A lo largo del tiempo, y sobre todo durante los últimos años, se ha hablado mucho sobre un tema, causando polémica en el ámbito mundial: los alimentos transgénicos. Un transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo que ha sido creado de manera artificial a través de la manipulación de sus genes. Este tipo de manipulaciones se hace a través de ingeniería genética, aislando segmentos del material genético (ADN) de un ser vivo para introducirlos en el material hereditario de otro, generando, en consecuencia, un organismo mucho más resistente.⁶

En nuestro país se han introducido maíces transgénicos, los cuales contienen en su material genético adn de bacterias que les permiten producir sustancias insecticidas, y con ello les proporcionan una mayor resistencia a los factores de estrés a los que naturalmente
se encuentran expuestos los cultivos. No obstante, esa alternativa ha sido muy criticada, incluso, rechazada tajantemente por algunos al comprobarse que esta contaminación genética (llamada así por las alteraciones negativas producto de la manipulación artificial de las especies naturales) también genera contaminación de suelo, pérdida de la biodiversidad, desarrollo de resistencias en insectos patógenos y aun daños sanitarios a los consumidores, ya sea animales o humanos, los cuales se manifiestan como reacciones alérgicas, presencia de sustancias tóxicas en el organismo o daños genéticos al propio consumidor.⁶ De hecho, este ha sido un grave problema en el norte de nuestro país, donde desde hace algunos años se han introducido especies de maíz transgénico responsables de daño a la salud de quien lo consume.

Sin embargo, la manipulación de cultivos transgénicos no es la única alternativa biotecnológica para mejorar las características de los cultivos. Precisamente el uso de elicitors –o inductores de mecanismos de defensa– se ha convertido en una alternativa viable y relativamente económica para lograr el mejoramiento de las especies que se cultivan, pues han sido empleados para lograr el control de fitopatógenos (hongos que afectan a las plantas) y, además, favorecer las características de los cultivos sin dañar su estructura genética de manera deliberada, sino reforzándola a través de la activación de mecanismos de defensa propios de la planta al interactuar con los fitopatógenos, o bien con agentes bioquímicos como las glicoproteínas o los agentes oligosacáridos; estos últimos capaces de llevar a cabo la producción de metabolitos secundarios en los cultivos celulares de las plantas.

Las transducciones de señal originadas por los elicitors pueden tanto modificar la permeabilidad de las membranas como regular la producción de los metabolitos, y con ello, combatir de manera selectiva la infección o invasión por hongos o por insectos.⁷