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JULIO DE 2009
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eva guadalupe lizÁRRAGA PAULÍN
Para combatir el estrés
El estrés es uno de varios factores que afectan el maíz, e implica la presencia de uno o varios agentes externos capaces de ejercer una influencia negativa sobre el crecimiento vegetal; una de estas formas es el estrés biótico –producido por hongos e insectos–, que representa
un problema grave para los cultivos agrícolas.2

Las plantas cuentan con una gran cantidad de mecanismos de defensa en las esferas celular y molecular para combatir el ataque de organismos patógenos como los hongos Aspergillus flavus y Fusarium moniliforme, especies que representan mayor riesgo para los cultivos de maíz en nuestro país. La resistencia de la planta a estos ataques es propiamente la habilidad que posee para prevenir o restringir el crecimiento y multiplicación del patógeno que lo invade; resistencia que es generada por una gran diversidad de efectos genéticos tales como la alteración de las secuencias moleculares o las modificaciones estructurales en el ámbito celular, pues los genes de resistencia de la planta proveen un mecanismo por el cual ésta reconoce al patógeno mediante receptores específicos y desencadena muchas respuestas de defensa
contra él.3 Tales respuestas pueden ser la fortificación de la pared celular, la producción de fitoalexinas (metabolitos de bajo peso molecular que se producen en las plantas después de una infección), la inducción de proteínas relacionadas con la patogénesis, flujos rápidos de calcio y otros iones, la explosión oxidativa celular, la respuesta hipersensible o la muerte celular programada en el sitio de la infección.4, 3

Las moléculas encargadas de desencadenar esos mecanismos de defensa son conocidas como elicitors o inductores (cuadro anexo), y éste es un pro-cedimiento por el cual la célula de la planta percibe y transduce señales biológicas para activar respuestas de defensa.5
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