Sobre la presencia de los transgénicos en nuestro país, el doctor Álvarez comentó que productos de este tipo se importan y consumen desde hace algunos años, incluso, ya se siembran como el algodón; no así el maíz, cuya diversidad es muy amplia y debe protegerse.
Que no se siembre semilla de maíz transgénico obedece a que se desconoce cómo los transgenes que lleguen en el polen de estas plantas podrían afectar a las variedades criollas o parientes silvestres de maíz mexicano.
“Supongamos que tenemos maíz transgénico tolerante o resistente a ciertos niveles de sequía. ¿Qué va a pasar cuándo haya flujo del polen de esta variedad a los parientes silvestres del maíz? ¿Estos ampliarán su hábitat y desplazarán a otras poblaciones de plantas? Eso no sería deseable, pues no queremos modificar el medio ambiente de esa forma.
“Durante 10 años hubo una moratoria en México que nos impidió experimentar con maíz genéticamente modificado, y desarrollar el conocimiento que ya deberíamos tener sobre las consecuencias de sembrarlo. Hemos desperdiciado todo ese tiempo y ahora debemos recobrarlo para poder responder estas preguntas.
“Recientemente, se están dando las condiciones legales para experimentar con maíz. Hace dos años se publicó la
Ley de bioseguridad y, este año, el
reglamento de la ley”.
Este esquema de bioseguridad fue elaborado por especialistas del
INIFAP, el
Cinvestav, la
UNAM y otras instituciones académicas, y fue sometido a consulta pública a través de la
Comisión Federal de Mejora Regulatoria (Cofemer), “ya sólo falta que sea publicado en el
Diario oficial de la federación para iniciar proyectos de investigación con maíz”.