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NOVIEMBRE DE 2008
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RODOLFO A. DE LA FUENTE RUIZ
Y MARGARITO QUINTERO NÚÑEZ
Reseña de una invasión
La contienda se inicia con la llegada de los alérgenos al sistema respiratorio, los cuales, al burlar las barreras fisiológicas, sensibilizan el sistema dejando un mensaje de muerte y destrucción (cebamiento). En respuesta a esta advertencia se reúnen miles de IgE, con la orden de diseminarse por todo el organismo, prestas a responder ante un posible ataque.

Escondidos entre las partículas de polvo suspendidas en la atmósfera que les sirven de transporte y camuflaje, miles de pequeños comandos (ácaros) silenciosamente esperan el momento para lanzar sus microscópicos, pero potentes proyectiles (excremento y escamas), con tal puntería que de manera relativamente fácil logran burlar a los guardias de la entrada (vibrisas); acto seguido, se dirigen al centro del sistema respiratorio (bronquios y bronquiolos) y estallan con sólo hacer contacto con las células que recubren los bronquios, originando un daño inmediato (inflamación), lo que da origen a una grave alteración del sistema (asma). Afortunadamente –para los blancos de su ataque, entre los que nos encontramos los humanos–, los comandos de ácaros no siempre logran su cometido; de hecho, la mayoría de las veces sus proyectiles no alcanzan su objetivo y son neutralizados por el sistema de defensa (cuadro 1).

Pero el ejército invasor cuenta con otro destacamento: los pólenes, biopartículas que, protegidas por una rígida capa externa compuesta de una fibra muy dura llamada exina, llegan a la entrada misma del sistema cual si fueran tanques de guerra depositados por paracaídas en la mucosa nasal (cuadro 2) con cientos de comandos en su interior (alérgenos), los cuales aprovechan el ambiente húmedo para abrir las puertas del tanque (colpos) y salir rápidamente para establecer una base militar desde la cual saldrán a cumplir misiones de colonización a diferentes partes del cuerpo (ojos, oídos, conjuntivas y cavidad oral).

Para fortuna de los organismos invadidos, éstos no están inermes; como respuesta a la agresión descrita entran en juego los agentes IgE, cuya primera acción consiste en capturar al enemigo y presentarlo ante las células mediadoras que ya estarán preparadas para iniciar una enérgica reacción, desencadenando una respuesta exagerada (inflamación) que termina dañando al organismo.III la consecuencia es una abundante secreción nasal, estornudos, hiperemia conjuntival,1 lagrimeo, además de comezón en oídos y faringe (rinitis alérgica).

Pero los problemas no terminan aquí, pues existen otros invasores de mayor tamaño (esporas fúngicas), los cuales funcionan como bombas inteligentes, cuya actuación inicia desde el momento en que son atrapadas en la mucosa nasal y degradadas por las enzimas del moco (cuadro 3). Cuando la capa externa de las esporas se va desintegrando, se liberan microscópicos explosivos de mayor alcance (alérgenos), que se dirigen al centro del sistema: los bronquios,2 con la finalidad de penetrarlos y estallar en su interior, y ello provoca que las células mediadoras actúen. Para bien y para mal, este mecanismo de defensa tiene una gran potencia y, una vez iniciada su acción, no es posible detenerla hasta terminar la instalación del proceso inflamatorio, el cual se manifiesta clínicamente como asmaIV (cuadro 2).

Ácaro de polvo
desarrollado por quadrato