El 17 de febrero de 2004, el hallazgo de un gigante trozo de carbón comprimido en el interior de una estrella, dio la vuelta al mundo: ¡se había encontrado el diamante más grande del universo! Este objeto espacial, catalogado como BPM-37093, formaba parte de una enana blanca en la Constelación de Centauro, a unos 50 años-luz de la Tierra, su diámetro fue establecido en 4,023 km –casi el largo de Chile–, y pesó 2.27 mil trillones de trillones de toneladas –equivalente a ¡10 billones de trillones de trillones de quilates!–. Travis Metcalfe y su equipo de investigación decidieron llamarlo Lucy, recordando la canción de los Beatles Lucy en el cielo con diamantes.
En nuestro planeta los diamantes naturales son mucho más pequeños y se forman 150 km debajo de la superficie terrestre, en la región llamada manto, localizada entre la corteza y el núcleo.
Las minas en África son, de hecho, volcanes y están compuestos de kimberlita –una mezcla de material rocoso ígneo, de la cual se obtienen los diamantes–. El proceso de explotación se inicia en la superficie de la mina y, a medida que se agotan las reservas se excava hacia las profundidades. Se requiere extraer un promedio de 250 toneladas de minerales para obtener un quilate de diamante con la calidad suficiente para ser destinado a la joyería.
En 1905 se encontró, en la mina Premier de Sudáfrica, el diamante más grande: Gran estrella de África, cuyo peso original fue de 3,106 quilates, del cual, una vez cortado y tallado, se obtuvieron nueve piedras grandes y 96 pequeñas; la mayor fue nombrada Cullinan I, de 520.20 quilates y con dimensiones de 53 x 44 x 29 mm; que sigue siendo el diamante tallado más grande del mundo. En la mina Kimberley (Sudáfrica) se han encontrado 300 diamantes de más de 100 quilates; sin embargo, se estima que muy pronto la mina será cerrada por el agotamiento de sus reservas.