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Marzo 2011
Hélix
Entrevista

 

TESTIGOS DE UNA HISTORIA
Conacyt, promotor de una masa crítica nacional
Entrevista
Un país que quiere fortalecer su planta de investigadores tiene que gastar dinero, eso cuesta, es una inversión. Es cierto que hay un desperdicio de 10% pues algunos deciden quedarse a trabajar fuera del país, pero los que sí regresan deben ser aprovechados por el Sector Público o por el Sector Privado.
El Conacyt tenía antecedentes desde la época del Gral. Cárdenas, por lo menos; él creó una Comisión de Educación Superior e Investigación Científi ca que tuvo poco éxito por una razón elemental: no había científicos y no se podía constituir un programa que tuviera continuidad e impacto. Al fi n de la Segunda Guerra Mundial, ya en la presidencia de Manuel Ávila Camacho, se crea, en 1942, la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científi ca (CICIC), que tenía sus ofi cinas en Puente de Alvarado, en un edificio alquilado. Don Manuel Sandoval Vallarta, a la sazón vocal físico de la CICIC, decide establecer una Sección Electromagnética a la que se incorporan estudiantes de la ESIME (Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica), yo entre ellos; eso demostraba que ya surgía el interés en los profesores por entusiasmar a los jóvenes para entregarse a temas científicos.

En aquel entonces, la CICIC hacía investigación; la UNAM tenía poca investigación, ciertamente, y fuera de la UNAM, un poco en la ESIME y en Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional... Pasa el tiempo y poco después (1950) se transforma la CICIC en Instituto Nacional de la Investigación Científi ca (INIC). Cuando Gustavo Díaz Ordaz asume la Presidencia de la República, nombra al Ing. Padilla Segura secretario de Comunicaciones y éste me ofrece una Subsecretaría. Lo estuve pensando, porque ya era un quiebre defi nitivo en mi vida: ya no podría realizar investigación, ahora sólo me dedicaría a lo administrativo…

En marzo acepté la Subsecretaría. Es entonces cuando me ofrecen ser vocal ejecutivo del INIC, por mis antecedentes en la CICIC y mi Posgrado en Harvard (había obtenido la Maestría en Ciencias). Los vocales no cobrábamos sueldo, siempre hubo gente de gran prestigio y vocación de servicio. Nos pusimos a la tarea de revisar las solicitudes de becas, cada quien según su especialidad. Eran pocas becas en realidad, el INIC daba posiblemente 200 al año, de las cuales 50 eran para el extranjero y el resto para instituciones mexicanas. Ahí estuve toda la época de Díaz Ordaz como presidente.

En 1959 se crea la Academia de la Investigación Científi ca, que hoy es la Academia Mexicana de Ciencias, y al fi nal de los sesenta, ya había un grupo numeroso de jóvenes investigadores que pugnaban porque se mejorara el apoyo al sector. Surgió entonces el deseo de crear un organismo que impulsara la investigación. El gobierno decidió entonces que el INIC encabezara ese esfuerzo y convocara a los demás.

Fue así como fui designado responsable de la organización de un grupo para promover la investigación en México. Esa fue una etapa muy interesante porque ya había ese entusiasmo, ese deseo de participar. La Presidencia de la República nos ayudó con casi un millón de pesos para que más de 800 personas de todo calibre, de todos los niveles, desde investigadores muy prestigiados hasta jóvenes estudiantes, recorrieran el país para recabar información de logros, empeños, solicitudes, lo que se hizo en siete u ocho meses de trabajo. Fue una cosa magnífi ca, nunca se había hecho ese ejercicio de reunir a tanta gente interesada en promover la ciencia en México, y nunca se ha vuelto a hacer.

Un día, siendo Luis Echeverría candidato a la Presidencia, me invitó a su casa y me pidió que le platicara del proyecto de creación del organismo para fomentar la investigación; en una segunda cita le muestro el borrador del documento, que llevaba 70% de avance, y me dice: "Esto me lo deja usted". Yo le respondí: "No. Se lo entrego cuando sea presidente electo". "Tiene usted razón", me dijo. El trabajo del INIC se terminó, se empastó, y le pedí audiencia al ya presidente electo Echeverría para entregárselo. "Lo quiero invitar a ser secretario de Comunicaciones y Transportes, ¿qué le parece?", me dijo en esa ocasión.

Dos semanas después me llamó de nuevo y me comentó que formularía el Proyecto de Ley con el fin de crear el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y que quería que yo fuera el primer director. Pensé: "ya me tumbó la Secretaría". "Bueno, como usted disponga", le dije. Me aclaró entonces que el cargo lo desempeñaría simultáneamente al de secretario, "y le voy a decir por qué: yo puedo nombrar al más brillante investigador científi co mexicano director del Conacyt, pero para conseguir recursos de Hacienda o de cualquier otra dependencia, no le van a hacer caso; en cambio, si ahí está una gente del mismo nivel jerárquico, un secretario de Estado, lo tienen que atender de otra manera". El Proyecto de Ley pasó tal cual en la Cámara de Diputados, se crea el Conacyt y yo soy designado director general, siendo también secretario de Comunicaciones. Así fue como llegué al Conacyt.

Empezamos en un edificio alquilado en la Avenida de los Insurgentes y se contrató gente. Tuve un equipo realmente de primera, incorporé a García Sancho, Ismael Herrera, Emmanuel Méndez Palma, Edmundo de Alba, Raúl Ondarza; y como asesores, a Guillermo Haro, José Adem, Pablo Domínguez, entre otros, gente muy entusiasta, muy metida en sus respectivas áreas.

Hubo un apoyo importante para la Academia, y para tener gente preparada en el futuro inmediato. Se tuvo un contacto muy cercano con la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) para apoyar a sus miembros y se fortaleció la relación con la UNAM, con el Politécnico, con Chapingo y el Colegio de Posgraduados. Así empezó a poblarse de jóvenes investigadores el país.

No recuerdo el presupuesto con el que empezamos, pero comparado con el del INIC, fue una cifra astronómica.

Por eso se pudo iniciar de inmediato el programa de becas, el de apoyo a publicaciones y subsidios a instituciones; yo creo que en esa época no hubo un instituto de investigación y desarrollo que no recibiera un apoyo del Conacyt. Los primeros años del Conacyt en ese sentido fueron gloriosos, no faltó dinero, faltaron becarios y proyectos de investigación que apoyar.

Por eso pienso que no se puede impulsar una política de ciencia y tecnología, si no hay manera de darle más recursos. Un país que quiere fortalecer su planta de investigadores tiene que gastar dinero, eso cuesta, es una inversión. Es cierto que hay un desperdicio de 10% pues algunos deciden quedarse a trabajar fuera del país, pero los que sí regresan deben ser aprovechados por el Sector Público o por el Sector Privado.

El Conacyt representa, para la vida de México, una gran ventana de oportunidad para muchas generaciones de jóvenes mexicanos que se han preparado en las ciencias, las tecnologías, la innovación; ha permitido que se vaya creando una masa crítica verdaderamente impresionante, esa fue su tesis fundamental inicial y eso se ha conservado. Creo que la tarea que ha cumplido es muy favorable. Lo importante es que prosiga esa tarea: hay que perfeccionarlo.

Hay que actualizarlo permanentementepara que cada vez sea más útil para la nación.

EUGENIO MÉNDEZ DOCURRO

El Ing. Eugenio Méndez Docurro, maestro en Ciencias por la Universidad de Harvard, USA, nació en Veracruz, el 17 de abril de 1923. Estudió en la ESIME, donde obtuvo mención en el Cuadro de Honor de 1945. Entre sus cargos destacan: director del IPN (1959-1962); miembro de la Comisión México-Estados Unidos para Observaciones en el Espacio, relativas al Proyecto Mercurio (1960-1962); vocal ejecutivo del Instituto Nacional para la Investigación Científica, INIC (1965-1970); secretario de Comunicaciones y Transportes (1970-1976); director general fundador del Conacyt (1971-1972).

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