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Marzo 2011
Hélix
El lector científico JUAN NEPOTE
Experimentos de la imaginación
Proteína para reforzar la memoria
Cuando hablamos del trabajo científifi co, lo más frecuente es asociarlo con el intelecto, con la certeza de los cálculos matemáticos, la exactitud de las mediciones o la contundencia de las evidencias encontradas en laboratorios… "La física, esa aventura del pensamiento", llegó a decir Albert Einstein.
Cuando hablamos del trabajo científico, lo más frecuente es asociarlo con el intelecto, con la certeza de los cálculos matemáticos, la exactitud de las mediciones o la contundencia de las evidencias encontradas en laboratorios… “La física, esa aventura del pensamiento”, llegó a decir Albert Einstein.

Pero nos olvidamos de la imaginación, motor que ha impulsado la mayoría de las hazañas científicas. Quien dedica su tiempo y energía a la ciencia, inevitablemente apela a la imaginación –más o menos exenta de fantasía– cuando se pregunta sobre el origen y comportamiento del mundo que lo rodea. La capacidad de imaginar también es un elemento que aproxima a la ciencia y la tecnología con el arte: “No hay ninguna ciencia sin imaginación y ningún arte sin hechos”, escribió el novelista ruso y entomólogo aficionado Vladimir Nabokov. Por ejemplo, la invención del cinematógrafo, esa máquina que arroja un chorro de luz contra una pantalla blanca y curveada para retar la capacidad de asombro.

En este 2011 celebramos el aniversario número ciento cincuenta del nacimiento de Géorge Méliès, pionero de la experimentación cinematográfica, quien supo combinar la imaginación científica con el arte.

EN BUSCA DE LA IMAGEN EN MOVIMIENTO
En 1889, el inventor y empresario estadounidense Tomas Alva Edison tenía cuarenta y dos años de edad y ya era toda una celebridad. Se le reconocía mundialmente como el padre de las lámparas incandescentes y del fonógrafo, entre cientos de otras tecnologías. Fue entonces que Edison viajó a París para asistir la Exposición Internacional, donde sus compañías cubrían una porción muy amplia del pabellón de Estados Unidos. Allá conoció a un par de colegas franceses que habían logrado construir unos rudimentarios aparatos capaces de mostrar imágenes en movimiento. Apenas puso un pie en Estados Unidos, Edison aplicó todo su ingenio en “fabricar un instrumento que haga por los ojos lo que el fonógrafo hace por los oídos, y que una combinación de ambos pueda registrarse y reproducirse de manera simultánea”. Apenas unos meses después, consiguió una patente por su kinetoscopio, que había desarrollado un empleado suyo, William K. Laurie Dickson.

Ahora, debajo de la imagen hay que poner el siguiente texto: En este 2011 celebramos el aniversario número ciento cincuenta del nacimiento de Géorge Méliès, pionero de la experimentación cinematográfica, quien supo combinar la imaginación científica con el arte.

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