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FEBRERO DE 2010
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EDUARDO MENDOZA RAMÍREZ
Factores de amenaza
Existen sólo cuatro especies de tapir en el mundo, tres habitan en el continente americano y la restante –que es la de mayor tamaño– en el sureste de Asia. En América, el mayor de los tapires es el centroamericano, también conocido como tapir de Baird, danta, danto, anteburro o tzimin (vocablo maya). Las dos especies restantes son el tapir de los Andes –restringido a la región de montaña de los páramos andinos– y el tapir brasileño, distribuido en la cuenca amazónica.

El tapir centroamericano se distribuía al principio, de manera prácticamente continua, desde el norte de Sudamérica, en Colombia y Ecuador, hasta los estados de Guerrero y Oaxaca en México;3,4 sin embargo, esta especie, que ha sido parte integral de los ecosistemas de Centroamérica por miles de años, ha visto drásticamente reducida su área de distribución a causa de dos factores principales: la rampante deforestación que ha promovido la conversión de ecosistemas naturales en sistemas muy simplificados como monocultivo o potreros para ganado, y la cacería indiscriminada para consumir su carne, o bien es atacado como reacción ante un animal desconocido, pero que generalmente resulta inofensivo.

Los tapires, que en cautiverio alcanzan una longevidad de 30 años, son particularmente sensibles a la perturbación, ya que las hembras llegan a la madurez sexual entre los 2.5 y 4 años de vida, su gestación es prolongada (13 meses aproximadamente), muy espaciada (alrededor de 17 meses entre el nacimiento de una cría y la concepción de otra), y generalmente culmina en la procreación de una sola cría.3,4 Se ha estimado que en los últimos 30 años la población total de tapires se ha reducido a la mitad, y es calculable que, de no aplicarse medidas enérgicas de conservación, se podría producir la extinción total de la especie.5

En nuestro país sólo persisten poblaciones grandes de tapir en contados bosques y humedales tropicales, ubicados entre 0 y 2,000 m snm (metros sobre el nivel del mar), como las reservas de Calakmul, Campeche; Sian Ka’an, Quintana Roo; Montes Azules, Chiapas y la Selva Zoque que abarca parte del los estados de Veracruz, Chiapas y Oaxaca.

El tapir ha mantenido su aspecto y hábitos de vida a lo largo de miles de años, por lo que se puede considerar un fósil viviente.6 ¿Cuánta gente no ha fantaseado con la idea de volver a la vida a los dinosaurios? En el caso del tapir aún estamos en la etapa en la que con un esfuerzo coordinado se podría conservar esta especie única sin fantasear con ideas poco prácticas que, técnicamente, rayan en la ciencia ficción, como la clonación en serie.

Por otra parte, la extinción del tapir no sólo representaría
la pérdida irreversible de un linaje evolutivoV muy distintivo, sino que también podría tener implicaciones muy profundas para la permanencia a largo plazo de los ecosistemas en los que esta especie habita. Los tapires influyen en la supervivencia y crecimiento de una gran variedad de plantas, ya que son ávidos consumidores de follaje y frutos, por lo que su presencia tiene el potencial de afectar los patrones de regeneración de la vegetación.
Tapir Centroamericano


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