En la adicción a las drogas existen fenómenos relacionados como la dependencia, caracterizada por un conjunto de síntomas fisiológicos, cognitivos y de comportamiento responsables de impulsar al usuario a continuar consumiendo a pesar de los problemas asociados a tal práctica. Quienes consumen drogas llegan a ser adictos o dependientes, en parte, porque los efectos iniciales de ellas disminuyen con su uso crónico; así, para que un usuario obtenga los mismos efectos, debe consumir más frecuentemente o incrementar la dosis (fenómeno conocido en farmacología como tolerancia).

La disminución de los efectos en una dosis fija trae consigo el problema de la precipitación del deseo por la sustancia y, en consecuencia, el síndrome de abstinencia, definido como el conjunto de síntomas físicos que se presentan al dejar de consumir de forma repentina una sustancia adictiva. Estos síntomas son, por lo general, opuestos a los efectos de la droga; por ejemplo, el consumo de morfina en personas adictas produce estreñimiento, pero, el suspender su consumo consumo después de un uso continuado produce diarrea, entre otros síntomas. De modo que el desarrollo de la tolerancia contribuye no sólo a la adicción o dependencia por la necesidad de incrementar las dosis para lograr los efectos iniciales, sino que además, favorece la concurrencia de los síntomas de abstinencia cuando la droga no se consume.⁴

Tradicionalmente, la farmacología ha interpretado la mayoría de estos fenómenos en función de cambios fisiológicos y/o neuroquímicos que tienen lugar en un organismo, como resultado de la administración habitual de una droga;⁵ sin embargo, a partir de los experimentos iniciales de Siegel⁶ se ha demostrado que en estos fenómenos intervienen factores de aprendizaje. Este autor⁷ propone un modelo de tolerancia basado en las ideas del ruso Pavlov, en el que la administración de una droga se considera como un ensayo de condicionamiento, en el cual los efectos de las drogas actúan como un estímulo asociado a las señales ambientales previas a su administración.

De acuerdo con este enfoque, los estímulos ambientales como sonidos, instrumentos (jeringas, botellas, cigarros, etc.) o situaciones físicas específicas (personas, lugares, estados de ánimo, etc.), normalmente presentes antes y/o durante la administración de la droga, funcionan como una señal de los efectos del fármaco. De esta manera el consumo de una droga es parecido a un ensayo de condicionamiento pavloviano en donde el ambiente predroga es considerado un estímulo condicionado y la droga es como un estímulo incondicionado de tipo farmacológico. Desde esta perspectiva, ocurre un condicionamiento pavloviano de tipo farmacológico porque los estímulos ambientales asociados a la administración de la droga llegan a producir una respuesta condicionada opuesta a los efectos de la droga, identificada como respuesta condicionada antagónica, la cual resulta ser compensatoria y atenúa los efectos de la droga.

De este modo el cuerpo puede prepararse para el cambio fisiológico producido por la administración de la droga. Así, en animales con una historia de suministro de morfina –inductor de analgesia–, los estímulos asociados a tal administración provocarán una respuesta condicionada de hiperalgesia: se produce una sensación elevada a estímulos dolorosos, por lo que, desde este punto de vista, la naturaleza de la respuesta del organismo a las drogas puede explicarse a partir de un proceso de condicionamiento pavloviano y no sólo por los efectos farmacológicos.

Para Siegel, el carácter opuesto de esta respuesta condicionada antagónica se debe a la preparación del organismo a los cambios fisiológicos producidos por la droga; de modo que, a mayor número de asociaciones entre las señales ambientales, o de situaciones particulares en las que se consume la droga (señal), mayor será la magnitud de la respuesta y mayor tambien la atenuación de los efectos del fármaco; es decir, habrá una mayor tolerancia. La ocurrencia de esta respuesta condicionada antagónica por sí sola, sin la presentación del fármaco provocará, por tanto, la aparición del síndrome de abstinencia. Este punto de vista sugiere también que los mecanismos, tanto farmacológicos como de aprendizaje, no son excluyentes, ya que se considera que más de un mecanismo está implicado en el desarrollo de la tolerancia a una droga.⁸

Una muestra de que la tolerancia sólo se observa en el ambiente asociado al consumo de la droga ha sido la presencia de ésta al aumentar la resistencia a los efectos letales de estas sustancias. Por ejemplo, Vila⁹ demostró que la muerte por sobredosis de pentobarbital en ratas puede ser causada porque las señales ambientales no logran producir la respuesta condicionada compensatoria responsable de la tolerancia a esta sustancia. Es decir, en un ambiente novedoso no se producirá la tolerancia, por lo que los efectos de una dosis alta de la droga serían letales; en cambio, la probabilidad de inducir la muerte por sobredosis de pentobarbital disminuye en un ambiente previamente asociado a su administración. Por lo dicho, se considera que la mayoría de las muertes por sobredosis en adictos son causadas por fallas en la tolerancia al momento del consumo de la droga.