Los recién nacidos no tienen completamente desarrollado su sistema inmunitario, lo cual los hace muy susceptibles a infecciones; de hecho, sabemos que tienen una capacidad funcional limitada en cuanto a los componentes celulares del sistema inmunitario;
12,13 por ejemplo, disminución en el número y función de células fagocíticas, baja producción de citocinas y bajos niveles de otras proteínas inmunorreguladoras.
Reportes de la OMS
14 publican que cada tres segundos muere un niño en algún lugar del planeta, la mayoría de los casos, por una enfermedad infecciosa. Cerca de 40% de estas muertes ocurren durante el primer mes de vida y, generalmente en países pobres; tan sólo seis enfermedades infecciosas mortales (neumonía, tuberculosis, enfermedades diarreicas, paludismo, sarampión y, recientemente, el VIH/SIDA) provocan más de la mitad de las defunciones prematuras, causando, sobre todo la muerte de niños.
La UNICEF y la OMS afirman que “la leche materna es el alimento ideal para el bebé [y recomiendan] alimentarlo exclusivamente con leche materna durante sus primeros seis meses de vida y, si es posible, se debe continuar hasta completar el primer año, pues le aporta todos los nutrientes, anticuerpos, hormonas, factores inmunitarios y antioxidantes que necesita para sobrevivir; lo protege frente a la diarrea, las infecciones respiratorias y estimula su sistema inmunitario“.
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