En las zonas urbanas, los habitantes se han acostumbrado a vivir en atmósferas con diferentes grados de contaminación, algunas de ellas como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM, incluyendo la zona conurbada), se ha caracterizado por ser una de las más contaminadas del mundo, a pesar de la reglamentación diseñada para controlar dicha contaminación.
El ciudadano está habituado a relacionar la contaminación con la expresión de que existe mucho
smog,* sin entender su significado, que está asociado al ozono, considerado como uno de los principales contaminantes en la atmósfera de la Ciudad de México, continuamente medido por la Red Automática de Monitoreo Atmosférico, instalada y operada por las autoridades correspondientes, la cual abarca todos los sitios de la Ciudad de México y la Zona Metropolitana. Esta red monitora mide automáticamente el monóxido de carbono (CO), partículas suspendidas totales (PST), partículas menores a 10 micras (PM
10), bióxidos de azufre (SO
2), así como óxidos de nitrógeno (NO
x) y ozono
(O
3) por periodos de 24 horas, los 365 días del año.
En la atmósfera también se presenta un grupo de sustancias conocidas como carbonilos, entre ellas las más abundantes son el formaldehído, el acetaldehído y la acetona que, por sus propiedades e importancia, han sido estudiadas en los países industrializados y en algunos en vías de desarrollo como Brasil y México:
» El formaldehído es un compuesto irritante del sistema respiratorio superior, que produce síntomas tales como irritación de ojos, nariz y garganta, comúnmente asociado con la exposición en ambientes interiores de este gas.
» El acetaldehído es un compuesto tóxico que, cuando se aplica externamente, por periodos prolongados, resulta irritante y, probablemente, carcinógeno.
» La acetona es un compuesto que, al respirarse en niveles moderados, puede causar irritación de nariz, garganta, pulmón y ojos y, a niveles altos, produce dolor de cabeza, mareos, confusión e incremento del pulso.
Existe otra gran serie de contaminantes atmosféricos aún más tóxicos que los mencionados, los cuales desafortunadamente no pueden ser medidos de forma automática y requieren técnicas específicas de métodos e instrumentos más complejos para su determinación; entre ellos se pueden mencionar los compuestos orgánicos –sustancias químicas que contienen carbono y se encuentran en todos los elementos vivos–. Los compuestos orgánicos volátiles, llamados COV, se convierten fácilmente en vapores o gases. Junto con el carbono, contienen elementos como hidrógeno, oxígeno, flúor, cloro, bromo, azufre o nitrógeno. Los COV son liberados por la quema de combustibles, como gasolina, madera, carbón o gas natural. También son liberados por disolventes, pinturas y otros productos empleados y almacenados en la casa y el lugar de trabajo.