En todo el mundo, el abasto de agua es considerado entre los 10 problemas por resolver a corto plazo, ya que afecta de manera muy directa tanto al ambiente como a sus habitantes. Un tercio de la población humana vive en países con estrés hídrico y, para 2025, se estima que el problema afecte a dos tercios, y la mitad sufra problemas graves de escasez (cuadro 1). Entre los sitios donde se ubicarán estos problemas en el futuro, desafortunadamente, se encuentra nuestro país.

Tradicionalmente, para abastecerse de agua, las poblaciones han empleado las fuentes de mejor calidad, conocidas como convencionales, entre ellas las superfi ciales (ríos, lagos, presas) y el agua subterránea. Durante la pasada década de los setentas, ante la carencia de agua, se comenzó a hacer uso de las fuentes no convencionales que, en un inicio, fueron el agua de mar y el agua residual, pero con el tiempo se han ido adicionando la escorrentía pluvial (agua de lluvia que fl uye por el suelo), el agua gris (agua de lavado, baño y otras actividades domésticas, pero que no contiene las descargas de aguas de sanitarios) e, incluso, los icebergs. Frente al agua de mar, el agua residual ha cobrado mayor interés, porque contiene menos de 1% de sólidos, en tanto el agua de mar acopia más de 3.5% de sólidos disueltos, que resulta muy costoso eliminar.