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JUNIO DE 2009
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EINAR VARGAS BELLO PÉREZ
Modificación de la grasa en la leche
La modificación de la grasa en leche no es un concepto nuevo; desde principios de los años setentas comenzó la preocupación por reducir grasas saturadas en la dieta humana, y en años recientes se ha recurrido a la reducción del nivel de grasa contenida en productos lácteos responsables del aumento de colesterol en la sangre del consumidor, para lo cual se ha recurrido a diversos enfoques. Uno de ellos se centra en la dieta del rumiante, factor muy importante en la determinación del contenido de grasa y la composición de la misma en la leche. Otro factor es la presencia de las poblaciones bacterianas y los procesos que ocurren en el rumen (uno de los compartimentos del estómago de los rumiantes, dentro del cual se lleva a cabo la fermentación de los alimentos y, posteriormente, su procesamiento y degradación). Paralelamente, se han realizado investigaciones con el fin de modificar la genética de las vacas lecheras para mejorar la calidad de quesos, mantequilla y grasa en leche, productos que son fuente de energía en la dieta humana; y un enfoque más se relaciona con el proceso de hidrogenación de la leche en el rumen de la vaca.

Diseñar dietas que puedan satisfacer las necesidades fisiológicas y nutritivas de la vaca lechera es una económica y eficaz herramienta para modular la composición de la grasa en la leche, por lo que su mejoramiento puede lograrse mediante la selección de los forrajes o pastos más adecuados; además, es posible complementar la dieta vacuna con grasas vegetales como aceite de soya, de colza o de pescado (marino).

Existen diferentes programas establecidos para realizar esta misión; sin embargo, no existe una dieta por la cual se puedan reducir los ácidos grasos negativos para la salud humana sin afectar el contenido total de grasa en la leche. Esto se debe a que las dietas (muchas de ellas con concentraciones importantes de ácidos grasos trans) que generan efectos nocivos tienden a suprimir el contenido de grasa, fenómeno conocido como depresión de grasa en leche. En otras palabras, hasta el momento estos programas pueden lograr un control específico de grasas, sin embargo, esto da como resultado la reducción del porcentaje de grasa total en leche.

El uso de aceites vegetales tales como el aceite de girasol, soya, cártamo, maíz y linaza en la dieta de la vaca lechera ha provocado un incremento significativo del ácido linoleico conjugado en la leche; aún más, se ha comprobado que alimentar a las vacas lecheras con pastura fresca puede incrementar las concentraciones de ácido linoleico conjugado en la leche. Esto ofrece la oportunidad a los ganaderos de manipular la composición
de la grasa en leche sin tener que invertir en un programa nutricional más desarrollado. Otros investigadores han probado que la suplementación de aceites de pescado o la combinación de éstos con pastos o forrajes frescos pueden aumentar la concentración de
ácido linoleico conjugado en leche.
Chica tomando leche
desarrollado por quadrato