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Septiembre 2011
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La ciencia y sus rivales

MARIO MÉNDEZ ACOSTA

Los mayas y venus
VENUS. Representación del planeta, cruzando el aro solar.
Los conocimientos de los mayas sobre el comportamiento de los astros en la esfera celeste han causado pasmo entre investigadores e historiadores.

Los registros que este pueblo mesoamericano dejó plasmados tanto en estelas de roca como en los diversos códices que escaparon a la destrucción de Diego de Landa, muestran que, durante siglos, el comportamiento de los astros como el Sol, la Luna y los planetas visibles, en especial Venus, era estudiado y utilizado con fines de predicción climática y mágica.

El reciente tránsito del planeta Venus sobre el disco solar, ocurrido el pasado 5 de junio, es un fenómeno astronómico que se presenta para los habitantes de la Tierra sólo en dos ocasiones separadas por un periodo de ocho años, una situación que no se repite sino hasta después de 105 años.

Este hecho ha llevado a varios estudiosos,1 tal vez influidos por la campaña que se ha desatado en torno a las supuestas profecías mayas sobre un fin del mundo en 2012, a afirmar que lo pronosticado por los mayas para este año, en realidad no era el fin del mundo, sino nada más el tránsito de Venus frente al disco solar que, coincidentemente, también se presentó este mismo año. Ellos comentan, además, que los mayas conocían la naturaleza real de Venus y la proporción de su tamaño aparente respecto al Sol.2

Sin duda, es un gran mérito de los mayas haber determinado que tanto el lucero de la mañana como el vespertino son el mismo astro, pues sus detalladas observaciones, realizadas durante siglos, les permitían detectar una serie de regularidades y un patrón de recorrido de este planeta en el firmamento, que sólo se explicarían reconociendo que se trata de un solo astro, el cual, por ejemplo, en las tardes se va acercando día con día –en apariencia– al Sol, hasta pasar muy cerca del mismo y, en los días posteriores, se ve que se va alejando de éste hasta hacerse muy visible, como una brillante luminaria por las mañanas, para después invertir ese recorrido.3

Pero de lo anterior no se desprende que los mayas –quienes carecían de la capacidad de cálculo matemático de gran precisión que nos da la notación posicional de la numeración arábiga utilizada en Occidente– supieran que sólo en unos cuantos casos el disco de Venus realmente se sobrepone al disco solar o que lo hubieran observado materialmente, lo que (sin uso de telescopio) sólo se puede hacer si el tránsito de Venus ocurre al atardecer o al amanecer, muy cerca del horizonte, de modo que se puede mirar el disco solar sin que el resplandor ciegue al observador.

Al no contar con telescopios, la única forma en que los mayas podrían haber atestiguado un tránsito de Venus sería mediante la proyección de la imagen del disco solar en una superficie blanca y plana, situada en el interior en una cámara oscura; es decir, haciendo pasar la luz a través de un pequeño orificio practicado en una tabla o superficie rígida. Pero, lo cierto es que no hay ningún indicio o registro gráfico de que los mayas hayan intentado esto, ni de que sospecharan siquiera la naturaleza real del fenómeno, puesto que Venus es un cuerpo opaco esférico, capaz de eclipsar la luz del Sol.

Lo que podemos afirmar es que el primer tránsito de Venus –el cual, sin duda, fue presenciado por seres humanos– fue el de 1639, y quienes lo registraron por primera vez fueron dos astrónomos ingleses llamados Jeremiah Horrocks y William Crabtree,4 con el apoyo de un telescopio, con el cual proyectaron la imagen del Sol al interior de una cámara oscura.

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