Un estudio realizado con el objetivo de medir el grado de alfabetización ambiental en los niveles básicos de educación nos plantea una realidad que exige la búsqueda de un vínculo entre el pensamiento y la acción pro-ambiental.
La alfabetización ambiental podría definirse como la condición cultural por la cual una persona es capaz de comprender su interdependencia con el ambiente y, como resultado de ello, tratarlo con sensatez.
Con base en esta premisa, nos dimos a la tarea de investigar qué tanto se está desarrollando esta cultura en los niveles básicos de educación de nuestra sociedad, y un problema detectado reside en que, por lo general, los aprendizajes agrupados en las alfabetizaciones temáticas (con excepción de áreas matemáticas o científicas) se basan en pruebas que apelan a cuestiones declarativas (algo muy cercano al conocimiento enciclopedista).1
Pero, ¿cómo saber si lo aprendido por los estudiantes va más allá de la sola memorización? Conocemos la importancia de que el bagaje de adquisiciones retenido en la mente verdaderamente sea útil para la vida,2 por tanto, se pretende que cuando los alumnos concluyan el sexto grado de primaria, hayan aprendido lo básico sobre ecología y medio ambiente, procurando que lo adquirido se consolide –mediante su empleo cotidiano– al término de la educación secundaria. En este sentido, es necesario revalorar el carácter socializador de la convivencia escolar, ya que el aprendizaje significativo de la civilidad (que en su connotación amplia comprende aspectos humanistas y ambientales) es una de las misiones más importantes encomendadas a la educación básica.3
Cobertura cognoscitiva
¿La secundaria eleva el nivel de alfabetización ambiental?
Asociación entre el conocimiento declarativo y el vertido* de desechos
Referencias
