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MAYO DE 2006
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Patricia corres ayala

EL LEGADO DE FREUD EN EL SIGLO XXI

Histeria, neurosis, sexualidad y placer

Cabe hacer notar una diferencia importante entre Breuer y Freud al respecto pues, en lugar de que este último dejara pasar el suceso o se escandalizara, lo aprovechó para reflexionar acerca de su práctica terapéutica, reconociendo sus fallas en el desempeño de la misma, ante lo cual se expresa: “Yo no logré dominar a tiempo la transferencia; a causa de la facilidad con que Dora ponía a mi disposición en la cura una parte del material patógeno, olvidé tomar la precaución de estar atento a los primeros signos de la transferencia…”5

En cuanto a la energía sexual, Freud reconoce su presencia en los padecimientos neuróticos; desde sus escritos sobre la histeria nos dice: “…se debe admitir que unas constelaciones funcionales relativas a la vida sexual desempeñan un gran papel en la etiología de la histeria (así como de todas las otras neurosis) y ello a causa de la elevada significatividad psíquica de esta función, en particular en el sexo femenino”.6

A propósito, vale mencionar que este autor desarrolla una noción ampliada de sexualidad; en su escrito Tres ensayos de teoría sexual (1905) asocia dicho concepto con el de placer, y así, señala que cada etapa de desarrollo del individuo se caracteriza por enfatizarla en una zona del cuerpo, calificada como erógena por ser altamente placentera. Él distingue cuatro etapas: oral, anal, fálica y genital.

El placer es una experiencia psicológica a la cual se acude como defensa ante situaciones displacenteras. Ello nos habla de los movimientos que hace la psique para mantener un relativo equilibrio. Así, aunque cronológicamente estemos colocados en una edad, psicológicamente podemos trasladarnos o permanecer en un tiempo anterior, aquél en el cual encontramos mayor placer y seguridad. Lo anterior alude a los fenómenos que Freud denominó de regresión y de fijación.

Freud relaciona el placer con la vida y llega a afirmar que aun en estados de desgracia, la psique “se las arregla” para transformar algunos elementos en placenteros. Esta última idea nos lleva a otra importante aportación del autor del psicoanálisis: el carácter ambivalente de la dinámica afectiva, para la cual placer-dolor, vida-muerte y amor-odio son una dualidad indisoluble.

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Referencias

 
 

 

   
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