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ALEJANDRA ALICIA SILVA MORENO

EL CALZADO ¿ALIADO O ENEMIGO?

Nuestros pies soportan todo el peso de nuestro cuerpo y cambian con el paso de los años, lo harán durante toda nuestra existencia, mientras caminemos, por lo que es importante cuidarlos.
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Existen diversas teorías acerca de cómo surge en los humanos la bipedestación, o el hecho de caminar en dos pies; la más aceptada dice que resultó de la necesidad de desplazarse por las llanuras, al disminuir las zonas de árboles, pues existe el argumento1 de que la postura erguida disminuye la exposición al sol y la pérdida de agua, mejorando así la temperatura del cuerpo; además de permitir tener las manos libres para alimentarse, cortando frutos de los árboles o cargando los alimentos;2 y tener la posibilidad de vigilar encima de los pastos en caso de peligro; también se dice que caminar erguido deriva de la necesidad de crear, utilizar y transportar herramientas, alimentos y armas, además de cuidar a sus crías,3 todo esto, con los miembros superiores.

El pie humano y el tobillo conforman una fuerte y compleja estructura mecánica que contiene más de 26 huesos, 33 articulaciones y más de 100 músculos, ligamentos y tendones. Cuando nacemos, nuestros pies aún no tienen un desarrollo completo; es durante los primeros pasos, al comenzar a caminar, que la postura se va adaptando a mantener el equilibrio; sin embargo, los pies continúan desarrollándose.

Los pies de los niños no son versiones en miniatura de los que tenemos los adultos, sus huesos tienen un desarrollo progresivo. En un inicio, están constituidos, principalmente, por cartílago. A los seis años se considera que sus pies tienen una constitución similar a la de un adulto, pero es hasta los 13, que los pies se han formado completamente.

Durante la marcha, el peso del cuerpo debe repartirse entre los dos pies, de manera que, al levantar un pie, se traslade todo el peso hacia el otro y permita el avance de la marcha.

LA MARCHA

En cada ser humano existe un conjunto de músculos, ligamentos y estructura ósea que le permite desplazarse en bipedestación, y la zona de apoyo del cuerpo, durante un desplazamiento, son los pies; ellos se encargan de soportar todo el peso, para que la persona pueda deambular.

Durante la marcha, el peso del cuerpo debe repartirse entre los dos pies, de manera que, al levantar un pie, se traslade todo el peso hacia el otro y permita el avance de la marcha, desde el momento en que el talón golpea en el suelo hasta que los dedos se despegan. Describamos el proceso de la marcha:

Fase de contacto: se da un impacto del talón en el suelo, existe una pronación (cuando la planta del pie mira hacia afuera y nos apoyamos con la parte interna del pie –figura 1–), para absorber de forma elástica el choque, cuando se camina o corre; además, ayuda a reconocer y adaptar el pie a la superficie.

Fase de apoyo medio: el centro de gravedad que se inicia atrás, pasa a lo largo del pie, se produce un impacto en la zona metatarsal (figura 2) y el peso del cuerpo pasa al mediopié.

Fase de propulsión: el peso del cuerpo se va hacia las cabezas de los metatarsianos –que es la zona del antepié, donde nos apoyamos cuando nos paramos de puntitas, especialmente al primer dedo o dedo gordo–, lo que ayuda a elevar el arco, y el pie impulsa el cuerpo hacia adelante; esta fase termina cuando el peso del cuerpo pasa por el primer dedo en el despegue.

Fase de balanceo: esta fase comienza con el despegue de los dedos del pie que ha sostenido el peso del cuerpo, y finaliza con el contacto del talón del pie que entrará en acción en seguida, en el piso.

Se ha reportado4 que, cuando caminamos, el esfuerzo recibido por la planta del pie se multiplica por dos veces el peso de nuestro cuerpo; cuando corremos es tres veces mayor y, si saltamos, llega a ser cinco veces o más. Por lo anterior, es muy importante tener una adecuada distribución del peso en las zonas del pie, para lograr una buena función motora (figura 3).

Cuando caminamos, el esfuerzo que recibe la planta del pie se multiplica
por dos veces el peso de nuestro cuerpo; cuando corremos es tres veces
mayor y, si saltamos, llega a cinco veces o más.

EL CALZADO

Históricamente, el calzado surge como una necesidad de proteger los pies de la superficie: tierra, piedras, pasto, lodo, etc., y de las condiciones ambientales: frío, calor excesivo, lluvia… y, por supuesto, ayuda en el desempeño del proceso de locomoción humana, lo que ha permitido caminar distancias cada vez más largas; entonces podemos decir que, al inventar el calzado, el hombre buscó confort, mejorar su calidad de vida y su salud, así como aumentar su desempeño físico.

Hoy en día, el uso del calzado es importante porque, además de ayudarnos a proteger los pies, nos sirve para corregir deficiencias posturales o para optimizar nuestro desempeño, de acuerdo con las actividades motrices específicas que debemos realizar; por ejemplo, si vamos a saltar, es importante que nuestro calzado tenga un justo amortiguamiento; si vamos a correr a gran velocidad, es necesario que tenga un buen agarre en la suela; si vamos a caminar, conviene cuidar que permita movilidad y menos amortiguamiento que el requerido para saltar.

Sin embargo, diversos problemas ocasionados por el uso de un calzado inadecuado han sido reportados;5 ejemplo, el tacón alto puede producir problemas de acortamiento y dolor de los músculos de las pantorrillas, además de aumentar el riesgo de torceduras y fracturas de tobillo, artritis de rodillas y lumbalgia (dolor en la espalda baja).

No tenemos estadísticas para México, pero se ha reportado6 que ocho de cada diez mujeres estadounidenses se quejan de enfermedades en los pies causadas por el calzado. Con tacones bajos, el peso del cuerpo se distribuye más adecuadamente; al caminar con tacones altos, 75% del cuerpo descansa en los metatarsos, y también se atribuye al uso de calzado de tacón que 70% de las mujeres padezca envejecimiento prematuro de los discos de la columna.

Entonces, volviendo a la pregunta inicial: ¿es el calzado aliado o enemigo de la salud?, podemos decir que algunos estudios han arrojado información interesante; por ejemplo, que podríamos pasar toda nuestra vida sin usar calzado y nuestro cuerpo se adaptaría a esas condiciones poco confortables; sin embargo, el utilizar el calzado más adecuado para nuestras características, tanto físicas como de las actividades a las que preferentemente nos dedicamos en específico, es una buena herramienta para optimizar nuestras capacidades, desempeño, comodidad e, incluso, puede ser aprovechado para corregir algunos problemas posturales, en lugar de empeorarlos.

Considerar las dimensiones adecuadas con relación al pie puede optimizar nuestra comodidad y, quizá, también nuestro rendimiento.

PARA UNA BUENA ELECCIÓN

Considerar las dimensiones adecuadas con relación al pie puede optimizar nuestra comodidad y, quizá, también nuestro rendimiento; veamos por partes:

Suela: es la parte que amortigua los impactos al tocar el piso, de acuerdo con las actividades por desarrollar. Debe considerarse la fuerza que se requiere para flexionar el zapato al dar cada paso. El dibujo de éste es importante para tener una fricción adecuada a la superficie sobre la cual lo usaremos (los resbalones pueden ser peligrosos).

Plantilla: es recomendable optar por una que amortigüe el impacto de la pisada.

Altura: la elevación ideal de tacón es de 2.5 a 3.5 cm, lo que nos permite una distribución adecuada del peso en la planta del pie (figura 3).

Materiales: se recomienda usar materiales suaves y que permitan la transpiración.

Amplitud o anchura: los zapatos estrechos producen callos en los sitios de mayor presión y deformidades como dedos de martillo (se da este nombre el dedo que gira en una posición similar a una garra) y juanetes; por lo que conviene buscar una amplitud más confortable (figura 4).

Talla: seleccionar la talla adecuada incluye considerar los criterios de ajuste mostrados en la figura 5, como son: longitud total (LD), longitud del dedo externo (JF), distancia del talón al juanete interno (MB)*, distancia del talón al juanete externo (KG), anchura de planta (AI), anchura de talón (AH), circunferencia de cintura y empeine, arco, extremo trasero del talón (LN), filos laterales de talón (IH), huella plantar, y procurar que ajuste de manera cómoda.*

Condiciones climáticas: es muy importante tener en cuenta la época del año y sus condiciones –calor, sudor, frío, humedad, etcétera, y considerar que el calzado cerrado favorece la aparición de infecciones por hongos y mal olor.

Flexibilidad: conviene que el calzado sea ligero, flexible con torsión controlada y estable, pero que permita los movimientos naturales del pie.

Lograr que el calzado sea nuestro aliado requiere contar con una adecuada asesoría médica, con el fin de
que un experto evalúe nuestra situación y nos apoye en la selección del calzado más adecuado para la realización de las actividades a las que solemos dedicarnos..

UNA ALIANZA ESTRATÉGICA

Lograr que el calzado sea nuestro aliado requiere contar con una adecuada asesoría médica, con el fin de que un experto evalúe nuestra situación y nos apoye en la selección del calzado más adecuado para la realización de las actividades a las que solemos dedicarnos. Considerar los criterios arriba mencionados, puede hacer de nuestra marcha algo más que el obligado –y, en ocasiones, doloroso y cansado– desplazamiento.

Por lo mencionado anteriormente, es importante cuidar nuestra marcha y tener en cuenta lo aquí vertido al elegir nuestro calzado. De esto dependerá llevar una vida saludable.

 

 

 

 



REFERENCIAS

1. P. A. Kramer. The Behavioral Ecology of Locomotion. From Biped to Strider: The Emergence of Modern Human Walking, Running, and Resource Transport, Eds. D. J. Meldrum y C. E. Hilton.. Nueva York: Kluwer Academic/Plenum Publish, 2004.

2. G. Hewes. “Hominid Bipedalism: Independent Evidence for the Food-Carrying Theory”. Science, 146, (1964): 416-418.

3. J. B. Lancaster. “Carrying and Sharing in Human Evolution”. Human Nat, 1, (1978): 82-89.

4. A. Segal, E. Rohr, M. Orendurff, J. Shofer, M. O’Brien y B. Sangeorzan. “The Effect of Walking Speed on Peak Plantar Pressure”. Foot Ankle Int, 25, 12, (2004): 926–33.

5. Fernando Chico Ruiz et al. Pie y calzado: diseño biomecánico. León, Guanajuato, México: CIATEC, 2007.

6. C. Frey, F. Thompson, J. Smith, M. Sanders y H. Horstman. “American Orthopaedic Foot and Ankle Society: Women’s Shoe Survey”. Foot & Ankle, 14, 2, (1993): 78-81.

LECTURA SUGERIDA

Benno, Nigg. Biomechanics of Sport Shoes. Calgary, Alberta, Canada: Topline Printing, 2010.

Curriculum

 

Alejandra Alicia Silva Moreno es Licenciada en Ciencias Físico-Matemáticas por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y Doctora en Ciencias (Óptica) por la Universidad de Guanajuato. Actualmente, es investigadora y coordinadora del Área de Investigación en Biomecánica en el CIATEC, A. C., Centro Público de Investigación del Conacyt.


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