Hace ya casi veinte años, en 1990, el entonces director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),² Roberto García Moll, arqueólogo mexicano reconocido por sus extensas excavaciones en Yaxchilán, declaraba, con base en una propuesta de su colega Eduardo Matos Moctezuma –reconocida autoridad en historia de la arqueología mexicana–, que la arqueología estaba cumpliendo 200 años de vida en nuestro país, tomando como su nacimiento el 13 de agosto de 1790. Pero, ¿qué hizo tan especial esta fecha? Ese día ocurrió un hallazgo fundamental: el descubrimiento de la escultura monumental de Coatlicue, diosa de la vida y la muerte, “la de falda de serpientes”, madre de Huitzilopochtli máxima deidad de los aztecas.

Habría que celebrar en grande. Se planearon diversas actividades para ese año, cuyo punto culminante sería el 13 de agosto, con un festejo público en el zócalo de la ciudad de México, y la develación de la respectiva placa conmemorativa. Para ello, se conformó el Comité para la Celebración de los 200 años de la Arqueología en México, constituido por el propio Roberto García Moll como presidente; secretario, Eduardo Matos Moctezuma, y como miembros: Felipe Solís, Ignacio Bernal, Román Piña Chan, Lorena Mirambell, Ángel García Cook, Carlos Navarrete, Jaime Bali, Jacques Soustelle y Jeremi A. Sabloff,^I para que organizase simposios, reuniones académicas y exposiciones, así como la reedición de obras clásicas de la
arqueología mexicana, en especial la Descripción histórica y cronológica de las dos piedras, de Antonio de León y Gama,³ originalmente publicada en 1792, a la cual se asignaría la categoría de primera obra arqueológica de México.