La regulación del sueño está directamente relacionada con el estado de alerta, pues conforme pasamos cierto tiempo despiertos (aproximadamente 16 horas), desarrollamos una somnolencia fisiológica que nos lleva
a dormir. De igual manera, después de un tiempo de sueño suficiente (aproximadamente 8 horas en adultos jóvenes), nuestro estado de alerta es máximo.
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Para que el dormir sea fisiológicamente sano, se requiere respetar un tiempo suficiente de sueño y horarios regulares. Otros hábitos como el ejercicio físico y la ingesta de alimentos pueden alterar el ciclo sueño-vigilia; el primero, alerta los sentidos, por lo que se recomienda practicarlo en las mañanas, esto mejorará más aún nuestras funciones mentales y la calidad de sueño durante la noche.
La función cognitiva depende del estado de alerta y, funciones intelectuales elevadas como la iniciativa, la abstracción y la creatividad son aún más fáciles de alcanzar con un buen estado de alerta. En otras palabras, el dormir bien facilita la función intelectual y el dormir mal la entorpece. Sin embargo, las personas no siempre se apegan fielmente a este principio; por ejemplo, es común que muchos estudiantes, antes de un examen, pasen la noche despiertos tratando de estudiar.
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