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SEPTIEMBRE DE 2008
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JORGE M. HUACUZ VILLAMAR
Impulso a la energía renovable
Con excepción de la geotérmica y las grandes hidroeléctricas, son pocos los servicios que en el país tenemos a partir de las energías renovables –sin contar aplicaciones poco tecnificadas como el secado al sol de productos agrícolas y otras similares–. El uso de calentadores solares de agua en el ámbito doméstico está poco difundido, y la tecnología fotovoltaica se relega a servicios muy básicos, aunque valiosos, para pequeñas
comunidades rurales alejadas de la red eléctrica.

La generación eléctrica con viento se reduce a una central de 83 megawatts (Mw)3 de reciente construcción, y no contamos con aplicaciones de la energía solar para suministrar calor a la industria o para generar electricidad: y solamente en la ciudad de Monterrey se aprovecha la energía de la basura para producir electricidad.

Nuestra situación contrasta con la de otras naciones (cuadro 2), donde las capacidades instaladas y los beneficios económicos de este nuevo negocio energético son palpables: 117,000 millones de dólares en bienes y servicios en 2007, y alrededor de 2.2 millones de empleos creados a la fecha. ¿Qué nos falta para entrar en el concierto de otras naciones? En principio, un marco legal y programático que fomente estas formas de energía.

De las varias iniciativas de ley para energías renovables introducidas en el Congreso durante los últimos diez años, solamente la de bioenergéticos ha sido recientemente aprobada. La Ley del Servicio Público de Electricidad, por su parte, es restrictiva en lo que respecta a la posibilidad de aplicar premios u otros incentivos económicos a la generación eléctrica con fuentes renovables. Por otro lado, la meta de cubrir con estas energías 26% de la capacidad total de generación eléctrica para el año 2012, establecida en el Programa Sectorial de Energía, es loable, pero poco retadora, ya que actualmente tal contribución llega a 24.27%, y tampoco hemos tenido en el país un programa formal para el desarrollo de estas fuentes de energía.

México tiene en las energías renovables una opción para mitigar el serio problema energético que se avecina. Sin embargo, tomar esta opción únicamente por su aportación energética sería desaprovechar el resto de los beneficios que su aplicación masiva ofrece; en particular, el beneficio económico derivado de desarrollar, o al menos producir, localmente las tecnologías correspondientes. Las capacidades nacionales, científicas, de ingeniería, técnicas, industriales, e incluso financieras, son aptas para este propósito.
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