El consumo de energía en México y en el mundo seguirá creciendo irremediablemente. La AIE estima que las necesidades energéticas mundiales para el año 2030 superarán en más de 50% las existentes hoy, permaneciendo los combustibles fósiles como principal fuente de abasto, por lo que las emisiones de CO₂ a la atmósfera seguirán aumentando, a menos que se tomen medidas pertinentes para evitarlo.

Hace poco más de treinta años, las principales naciones productoras de petróleo decidieron suspender sus envíos a los países industrializados, ocasionando serios trastornos en su economía, lo que llevó a éstos a crear instituciones y organismos, como la Agencia Internacional de la Energía (AIE, cuadro 1), en busca de alternativas para disminuir su dependencia del petróleo importado. A la vez, establecieron programas para el desarrollo de los recursos energéticos renovables como el Sol, el viento, el pequeño potencial hidroeléctrico, la biomasa¹ y la energía de los océanos (mareas,² oleaje, corrientes profundas, gradientes térmicos, y otras); todos ellos, recursos no susceptibles al control geopolítico de otras naciones.

Programas como Sunshine en Japón, Independence en los Estados Unidos, y Solar Pilot Test Facility en la Unión Europea, destinados al desarrollo de las energías renovables, fueron puntos de partida de lo que hoy se refleja en un mercado creciente de tecnologías que han mejorado significativamente en disponibilidad, confiabilidad, eficiencia y costo.

Aquellos eventos, ocurridos en la década de 1970, parecen haber pasado desapercibidos para los mexicanos. Era la época de los descubrimientos de grandes yacimientos petrolíferos en el país, que auguraban bonanza y prosperidad económica. A partir de entonces se acrecentó la dependencia del petróleo en nuestra economía, no sólo en el consumo interno, sino también en los ingresos fiscales, pues la plataforma de exportación creció hasta alcanzar, hoy día, casi 50% de lo que produce Pemex. Así, en medio de la abundancia petrolera, en México se nos olvidó desarrollar los recursos energéticos renovables, disponibles también en
forma cuantiosa en el territorio nacional.

El mundo vive actualmente una nueva crisis petrolera, coincidente con el momento en que nuestras reservas se agotan y nos debatimos en una pretendida reforma energética con sabor a reestructuración del negocio petrolero; poco o nada se tocan temas como la diversificación, la disponibilidad y la seguridad energética
con base en recursos energéticos alternativos. Así, el futuro de las próximas generaciones de mexicanos parece condicionarse a los eventuales hallazgos de nuevos yacimientos petrolíferos.