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MAYO DE 2007
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ENRIQUE ARCE MEDINA

EL LEGADO DE SÓCRATES

A qué se dedicaba Sócrates

La mayor fama de Sócrates descansa probablemente en la célebre sentencia “virtud es conocimiento”. Él planteaba que si se quiere ser un buen zapatero, lo primero es saber qué es un zapato y, para que éste ofrezca un buen servicio, saber hacerlo muy bien. Es decir, que cualquiera, sin importar su oficio, sólo será eficaz si se toma el trabajo de aprender bien su tarea.

En su época era muy natural hablar del areté; aquí, el areté o virtud significa lo que hay de bueno o eficiente en un zapatero o en cualquier practicante de un oficio. Así, Sócrates identifica la virtud con el conocimiento necesario para conducirse moralmente bien.

Aristóteles, en su Metafísica, dice que Sócrates hizo dos contribuciones básicas a la metodología racional: los razonamientos inductivos y las definiciones universales.* Pero Sócrates no dejó escritos, entonces ¿cómo se tiene conocimiento de tales contribuciones? Pues a través de su más ferviente admirador: Platón, quien compiló en un libro –ahora obra clásica– los diálogos que se dice Sócrates sostuvo con sus amigos. En este libro, Diálogos, se encuentra el racionalismo de Sócrates –aunque las ideas más jugosas ahí contenidas se atribuyen a Platón y no a Sócrates–, pues Platón pone en la mayoría de los diálogos a Sócrates como figura central dirigiendo las conversaciones, al mismo tiempo que es moderador y líder en el diálogo.

Los Diálogos

Una de las principales metas del pensamiento filosófico vertido en los Diálogos (ver cuadro anexo) es la idea, es decir, modelos o paradigmas, por ejemplo, la idea del bien de la que habla Platón por boca de Sócrates; la concepción del bienen total, como la verdaderamente real y existente. Para Platón todo lo que existe en el mundo sensible es una pálida copia de algo perfecto (idea) y muy superior. Cada idea es única e inmutable, mientras que las cosas del mundo sensible son aparentes y de existencia transitoria. El mundo de las ideas se encuentra en un lugar más allá del tiempo y el espacio en el Topus Uranos, como llamaban en esa época al más allá.

El método de discusión que vertebra los diálogos se semeja a lo que hoy llamamos mesa de debates públicos y, por la ironía con la que están sistemáticamente formuladas las preguntas, se cree que en el fondo Sócrates gozaba, como niño travieso, al poner de manifiesto las deficiencias de sus interlocutores, pues, primero los estimulaba a hablar y luego, sarcásticamente, los enredaba en sus propias palabras.



 
 
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