Ciencia y Desarrollo CONACYT
ABRIL DE 2007
Inicio
Artículos
Artículos anteriores
Entrevista
Descargar Internet Explorer
Descargar WinZip
Descargar Adobe Reader
Descargar Quicktime

Descargar RealPlayer

Descargar Flash Player

Guadalupe Curiel DefossÉ

DARÍO BALANDRANO Y EL PERIODISMO OFICIAL REPUBLICANO

En torno a Balandrano

Un texto más reciente, publicado por Emmanuel Carballo en el Porvenir de Monterrey en 1982, destaca que durante la República el Diario Oficial cumplió con sus tareas en forma irreprochable, y de acuerdo con Frank A. Knapp, añade que:

[…] el Diario oficial era como una zorra rodeada por una jauría de aullantes sabuesos, la prensa de oposición. Tenía que responder a todos los rumores, mentiras, acusaciones e interpolaciones acerca de los actos e intenciones del presidente. Su propósito era canonizar a Lerdo, presentar sus disposiciones políticas y sus acciones administrativas a la luz más favorable posible; pero como los perros andaban sueltos, no podía permitirse ser cogido en mentira o en incongruencia. Por consiguiente, el Diario decía la verdad o se quedaba callado, eximiéndose de responsabilidades en cuestiones particulares, y generalizaba o inventaba en los casos en que no se podían presentar pruebas en contra. De tono moderado, de estilo directo y exacto por lo que hace a la manera de presentar los hechos, hacía frecuentes llamados a la cordura y pedía comprensión hacía la actitud del gobierno.4

Sin embargo, en 1901, el diario El Popular se refería a Don Darío y al diario de gobierno en términos bien distintos:

Después de que Dios hizo al hombre descansó siete días, y al octavo hizo a Don Darío Balandrano, expresamente para redactar el Diario Oficial. Hay tal similitud entre ambos que, indiferentemente, se puede decir: Diario Oficial y Darío Balandrano. [...] Después de Ayutla, y ya en el plano de la política, siguió [Balandrano] la suerte del partido liberal durante las guerras de Reforma y de Intervención, hasta que acabó el éxodo y pudo sentarse si no a la derecha de Don Benito Juárez, bastante cerca de él, como diputado al Congreso de la Unión. —Tú eres Darío –le dijo un día el Benemérito– y sobre este Darío edificaré mi Diario. [...] Se hizo la revolución de la Noria y, desde el principio hasta el fin de ella, Don Darío la historió oficialmente con párrafos y más párrafos sobre derrota y escarmiento de rebeldes. Subió Lerdo al poder y, encontrando bueno a Don Darío Balandrano, lo dejó en su tranquila vida marital con el Diario. Al caer Don Sebastián y habiéndolo empujado el torbellino hasta los Estados Unidos cayó Balandrano con periódico y todo, quedando poco más o menos que desquebrajado. ¡Tremendo Calderón! ¡Hórrido paréntesis! Don Darío bajó a redactor de El Federalista, primero, y de El Republicano, después, produciendo editoriales buenos, bonitos y baratos, y cada vez que veía un número del Diario oficial se le anudaba la garganta, sentía ímpetus bélicos y acababa por caer en un estado letárgico. ¡Aquello era lo suyo, y se lo habían quitado! Como va el arroyo al río y el río al mar, fue deslizándose Don Darío Balandrano, lenta, mansamente, hasta que al fin volvió a asumir la dirección de su amado Diario del cual vivió tanto tiempo alejado. Quédese para el vate más tierno y conceptuoso la descripción de aquel día, en que Don Darío y el Diario se dieron aquel histórico abrazo, tan memorable como el de Acatempam. Libre ya de cuitas y penas, dejó de hacer política Don Darío Balandrano y, desde entonces, sigue su antigua o invariable ruta. Que sea por los siglos de los siglos y que no vuelva a sentir otro sofocón como aquel del año de 1876. Amén.5





 

Inicio
La petición de Balandrano a Juárez
Redactor en jefe del Diario Oficial
desarrollado por quadrato