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ABRIL DE 2007
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Guadalupe Curiel DefossÉ

DARÍO BALANDRANO Y EL PERIODISMO OFICIAL REPUBLICANO

La petición de Balandrano a Juárez

Al triunfo de la Guerra de Tres Años, los estados enviaron representantes al Congreso, y el de Tamaulipas depositó su confianza en el director del Diario Oficial estatal: Darío Balandrano. En 1861 ocupó un escaño en el Congreso, y fue éste el primero de una serie de llamados a servir ya en la Cámara de Diputados, ya en la de Senadores. Cabe destacar que, en esta primera comisión legislativa, un grupo de diputados, entre quienes se encontraba Darío, suscribió una carta, el 7 de septiembre de aquel año, en la que pedía a Juárez su renuncia como presidente. Tras afirmar que la revolución de Reforma no era sino el prólogo de algo mucho mayor y que no se había avanzado un solo paso en la esfera administrativa, el grupo de legisladores señalaba que:

… el actual Presidente de la República […] no es posible que salve la situación y su separación del alto puesto que ocupa es una necesidad tan imperiosa para la salvación del país, como fue importante su presencia en él, en los primeros días de la revolución. Durante ella y en los de prueba, usando de ese poder siempre ominoso que se llama dictadura, se gastó lo más noble que poseía, su prestigio y su poder moral que en vano se ha pretendido reconquistar por medio de diversas combinaciones ministeriales que no han hecho más que sacrificar otras tantas reputaciones, esterilizando nobles y fecundas inteligencias.1

Adicionalmente a sus actividades políticas, Darío había pasado, junto con Manuel de la Peña, a aumentar la redacción de El Movimiento, periódico que reunía a lo más granado del partido liberal y del que surgían las ideas que luego iban a estallar en el seno del Congreso. Además, en 1862, nuestro personaje fue postulado y admitido como socio corresponsable de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en el estado de Tamaulipas.

Aquel mismo año fue reelecto diputado para representar a su estado, pero la intervención francesa impidió que se reuniera el Congreso, por lo que volvió a Tamaulipas y se unió al guerrillero general Pedro J. Méndez para combatir al ejército invasor. Desde las serranías dio vida a El Cosaco y el Boletín de noticias, que continuó redactando en Ciudad Victoria.

En su intento por ocupar las plazas del norte, el coronel Dupin, jefe de las fuerzas francesas, tomó Ciudad Victoria, y ante el odio que sentía por el insigne republicano, lo mandó buscar, actuando con saña incluso con quienes lo protegían, tal como lo consigna Juan A. Mateos en su obra El Cerro de las campanas.2


 

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