A quien un dios quiere destruir, antes lo enloquece. Sentencia helénica-trágica que ha conseguido preservar en el tiempo su arcano mensaje, retrata con fidelidad la representación griega de la locura y su esencial relación con lo divino; representación que ha evolucionando armónicamente con el pensamiento sirviendo, inclusive, de identidad entre los cuerdos.

Ruth Padel, en su texto, analiza esta evolución partiendo de las imágenes directrices de la locura griega: la oscuridad, la melancolía y el daño. Identifica como uno de los elementos primarios del cambio la comprensión de las emociones, éstas, que antes fueron “fuerzas errantes, autónomas, demónicas, exteriores”, ahora cobran sentido en una noción de la estructura y dinámica de la personalidad que asume la locura como una “presencia secreta, latente e individual en el yo”.

Quizá por la claridad, imaginación y vocación filosófica con que relata la evolución de la inteligencia humana, Los Dragones del Edén, de Carl Sagan, se ha convertido en un ensayo clásico de la divulgación científica.

A lo largo de sus nueve capítulos, el autor teje hábilmente abundante información de investigaciones científicas, mitos bíblicos y griegos, reflexiones personales y audaces visiones futuristas para conformar un relato épico, cuyo protagonista es el cerebro humano que ha avanzado triunfante a través de la interminable batalla de la evolución y la selección natural.

Resulta sumamente original, por ejemplo, la manera en que Sagan se vale del mito de la expulsión del paraíso de Adán y Eva para explicar cómo operan las funciones abstractas del conocimiento del bien y el mal en el hombre, o cómo las leyendas antiguas sobre dragones le permiten hacer una arqueología de los miedos que se proyectan en nuestros sueños.

 

|Encuentre la información completa en la versión impresa de Ciencia y Desarrollo, julio de 2006|