| Las coincidencias siempre han sido causa de asombro y profundas reflexiones entre los seres humanos. Aunque nadie parece darse cuenta de que, en un mundo regido por el más puro azar, las coincidencias resultan inevitables; y así, muchos escritores y pensadores orientados hacia el misticismo light, les atribuyen un origen trascendente.
Para ellos el universo, en apariencia indiferente a nuestros deseos y aspiraciones, aprovecha las coincidencias con el fin de asombrarnos, burlarse de nosotros o darnos a entender que existe un orden subyacente a todas las cosas, al cual no tenemos acceso, sino sólo simples atisbos que se dan a través de las coincidencias.
Ninguno de quienes han seguido esta idea parece darse cuenta de que lo asombroso sería un universo sin coincidencias pues, según las leyes de la probabilidad, las coincidencias, aunque por definición son muy escasas, resultan ser, empero, inevitables en el universo de las experiencias posibles, de lo cual hay muestras muy patentes. Sin embargo, en la vida real nunca puede contarse con que ocurrirá una coincidencia salvadora, ni con la posibilidad de predecirla. Las coincidencias no son útiles para tomar decisiones a priori, y siempre surgen de manera sorpresiva. Eso es lo que provoca el impacto psicológico y la sensación de pasmo que algunos filósofos, ignorantes de las leyes de los grandes números, consideran como evidencia de algo mágico.
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