
Dígase lo que se diga, en realidad es muy interesante y un tanto apasionada y —en materia de horas de trabajo— una ocupación muy exigente y a veces agotadora...”.
En Consejos a un joven científico es posible disfrutar de una serie de ensayos inteligentes, críticos y muy a menos que retratan el mundo de la investigación científica y algunas de sus vicisitudes, que bien pueden extrapolarse a otros ámbitos académicos, como dice su autor: “siempre [estoy] pensando en las actividades de exploración en general, y creo que lo que digo puede aplicarse a la sociología, la antropología, la arqueología y las ‘ciencias del comportamiento’ en general”.
Además de expresar sus propios conceptos sobre la ciencia, el quehacer científico y la naturaleza, el biólogo británico se muestra como conocedor de la filosofía y como un gran observador de todo aquello que le rodeaba, no sólo de los asuntos que lo ocupaban en su laboratorio —cuyos hallazgos en inmunología lo hicieron acreedor al premio Nobel en 1960— sino que también explicita sus opiniones, como las cataloga el propio Medawar, sobre temas que usualmente no son abordados de un modo franco por los científicos, a quienes describe como seres humanos con preocupaciones, cuestionamientos personales y pasiones desbordadas.
“¿Cómo puedo saber si tengo calidad de investigador científico?”, “¿Cómo puedo equiparme para ser científico o para mejorar como tal?”, “El sexismo y el racismo en la ciencia”, “Aspectos de la vida y los modales del científico”, “Experimento y descubrimiento” y “El proceso científico” son algunos de los apartados.
El certero prólogo de Ruy Pérez Tamayo ofrece al lector un cálido retrato del personaje renacentista que fue Sir Peter Brian Medawar: incluye fragmentos de la autobiografía y comenta varios de sus artículos científicos y de sus relaciones intelectuales con otros hombres destacados en el ámbito científico y filosófico. También logra plantear un panorama sobre sus notables trabajos como investigador y como aventurero del pensamiento, a lo que dedicaba todo su empeño con un sentido del humor implacable, no obstante su debilitado estado de salud: “cada avance científico es, por lo tanto, el resultado de una aventura especulativa, de una excursión hacia lo desconocido”.
La cronología, el índice analítico y las referencias bibliográficas relacionadas con Medawar —sugeridas por el editor e incluidas en el catálogo del Fondo de Cultura Económica— son anexos que enriquecen aún más esta interesante obra que demuestra la relación entre las ciencias y las humanidades.