En la actualidad, el desarrollo de nuestros conocimientos sobre la genética nos permiten estudiar la participación de diversos genes relacionados con la expresión de la conducta, así como modelos animales de enfermedades neurológicas y psiquiátricas, e incluso, en algunos casos, estudiar material humano post-mortem de pacientes con la enfermedad de Huntington o la de Alzheimer. Con las herramientas modernas podemos identificar con mucha mayor precisión, no sólo los núcleos neuronales involucrados, sino las neuronas específicas que expresan (o dejan de expresar) los genes en estudio.

A pesar de que aún existen grandes expectativas sobre la información que estas nuevas herramientas nos brinden sobre el sustrato neuronal de la conducta, lo cierto es que en muchos casos esta nueva información aún resulta insuficiente para la completa compresión de la fisiología de la conducta.

En los últimos 100 años hemos avanzado un largo camino en nuestra comprensión de la conducta y sus bases biológicas; no obstante, aun carecemos de un enfoque que permita integrar los diversos niveles de organización y análisis experimental con la expresión de la conducta en general y sus mecanismos de motivación en particular. Afortunadamente, la identificación de nuestras deficiencias en este aspecto es lo que nos abre nuevos horizontes en este campo de estudio.