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MARZO DE 2007
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Guillermo Aquino Jarquin

LAS RIBOZIMAS, MOLÉCULAS TERAPÉUTICAS EN EXPERIMENTACIÓN

La respuesta a una gran disyuntiva

La razón es que el ADN contiene unas regiones llamadas intrones –que no contienen información para construir las proteínas–, las cuales están intercaladas en los fragmentos que contienen la información necesaria (exones). Durante el proceso de maduración de los ARNm, los intrones son cortados, además de ser eliminados y los exones se vuelven a unir hasta conformar una molécula con sentido; es decir, una secuencia de ARN capaz de generar una proteína funcional. Como cualquier reacción que tiene lugar en la célula, este proceso de maduración de las moléculas de ARN requiere la acción de las enzimas. Pero, en 1982, cuando Thomas Robert Cech, bioquímico y biólogo molecular estadounidense, estaba estudiando el proceso de maduración de un ARN en un organismo unicelular llamado Tetrahymena thermophila, descubrió –con sorpresa– que cuando colocaba una molécula de ARN mensajero no procesada en un tubo de ensayo, en ausencia de enzimas y de energia adicional, ésta era capaz de comenzar su proceso de maduración. Cech llegó a la conclusión de que el ARN se podía autoprocesar y se comportaba como una enzima, pues había catalizado la reacción por sí mismo (figura 1). Esta forma de un ARN con función enzimática fue denominada por Cech: ribozima.

Los descubrimientos de este investigador causaron escepticismo, puesto que él no consideraba uno de los principios de la biología molecular, según el cual sólo las enzimas actúan como catalizadores en las reacciones, con lo cual estaba cambiando el dogma de que todas las enzimas eran proteínas.

Cuando en 1983, el químico estadounidense de origen canadiense, Sidney Altman anunció unos descubrimientos similares, los científicos se dieron cuenta de que el ARN podía actuar como una enzima, además de mantener su papel como molécula necesaria para la formación de proteínas. Sin duda, el hallazgo de las ribozimas fortaleció la hipótesis del mundo de ARN que intenta descifrar el misterio del origen de la vida, lo que ha conducido a la idea de que esta génesis pudo deberse a la aparición de moléculas de ARN, del tipo ribozimas, capaces de contener la información genética y al mismo tiempo de actuar como catalizadoras, una –facultad, hasta entonces, considerada propia de las proteínas–. De esta manera, el mundo del ARN ofrece la respuesta a la gran disyuntiva de el huevo o la gallina, definiendo que una simple molécula no sólo es un depósito estático de la información genética, sino además funciona como un catalizador, que a su vez codifica para los catalizadores más modernos: las proteínas, las cuales pudieron haber evolucionado después. Actualmente, además de esta actividad de auto-corte, se ha observado algo muy interesante: que las ribozimas pueden reconocer otros ARN y cortarlos de forma específica (figura 2).

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La importancia de las ribozimas
El potencial terapéutico de la ribozimas

Referencias





 
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