Hace más de dos mil años... Los planetas que más sorprendieron a los primeros seres humanos, cuando comenzaron a preguntarse el porqué de su constante deambular por el firmamento estrellado, fueron sin duda Venus y Marte.
La razón es muy sencilla: Venus aparece como lucero de la mañana y también como lucero de la tarde; es seguro que costó no poco estudio, a los sacerdotesastrónomos de las antiguas civilizaciones, como la egipcia o la olmeca, el llegar a deducir que ambos luceros eran en realidad el mismo cuerpo celeste.
Respecto al planeta Marte, resulta ser el único planeta que además de ser rojizo e inspirar por ello angustias y zozobras, cambia de brillo de manera muy contrastante, pasando de un brillo poco inferior al de Venus (astro caracterizado por su gran brillantez), hasta casi perderse entre las estrellas menos brillantes. Bien sabemos que este cambio se debe a su acercamiento y alejamiento de la Tierra, según los tiempos de traslación de ambos cuerpos, pero para los sacerdotes-astrónomos de antaño, resultó un misterio indescifrable.
GALILEO Y SUS TELESCOPIOS
Así quedaron las cosas por miles de años hasta que Galileo apuntó su telescopio número cuatro al planeta Júpiter y su sorpresa al verlo superó la de los antiguos observadores de Venus y de Marte, al descubrir que Júpiter viajaba acompañado de cuatro satélites que orbitaban en su entorno. Este descubrimiento le obligó a publicar de inmediato su hallazgo, con el que a su vez sorprendió (para bien de la astronomía, mas para mal de su persona) a la Europa culta de la época; esto sucedía en Florencia, en marzo de 1610...
