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CIENCIA Y DESARROLLO,  MAYO DE 2006
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MARIO MÉNDEZ ACOSTA
LA CIENCIA Y SUS RIVALES
SUPERSTICIONES DE PRIMAVERA

Teotihuacan resulta ser el centro más perjudicado por lagran superchería construida en torno al equinoccio de primavera, y es uno de los centros ceremoniales más importantes que se desarrollaron en Mesoamérica entre los años 200 a. C. y 750 de nuestra era.

Es en verdad trágico que un país como México, con una amplia tradición de estudios etnográficos y antropológicos sobre las civilizaciones prehispánicas, realizados por instituciones de prestigio internacional, haya sido la cuna de una burda artimaña que amenaza la misma subsistencia de nuestros vestigios arqueológicos más valiosos y que anualmente moviliza a millones de personas, dispuestas a obedecer un mito arraigado en la llamada nueva era estadounidense y en algunos ardides egiptológicos. Uno de ellos es la idea de que objetos de forma piramidal, o con una punta, puedan ser utilizados como acumuladores de energías mágicas, que, según algunos de quienes proponen esta superstición, son capaces hasta de afilar navajas gastadas o de preservar los alimentos de la descomposición, algo de lo que no existe evidencia real.

A pesar de todo, la zona arqueológica de Teotihuacan, ubicada a 45 kilómetros del centro de la ciudad de México, cada año recibe a más de un millón de visitantes que, vestidos de blanco en su mayoría y algunos usando una pañoleta roja en la cabeza, llegan a subirse a las principales pirámides y templos con el fin de cargarse de energía durante el equinoccio de primavera, que suponen ocurre el 21 de marzo, aunque este año tal hecho astronómico sucedió un día antes.

 

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