Disfrute usted de buena música y dispóngase a tomar este libro para que ría y aprenda no sólo sobre ciencia sino también sobre el buen arte —quizá debía decir también oficio— de la divulgación científica.
Tonda M. Juan. La risa en serio. México; Ediciones B, 2016.
Dejemos que sea el autor quien nos lleve por los diferentes pasajes comenzando con “La risa en serio”, en donde comprendemos este fenómeno desde distintos ángulos. Altamente recomendable es no leerlo en un lugar muy silencioso porque seguro que no podrá frenar las carcajadas, o al menos una risita cómplice en el camino.
Continuamos por “Las matemáticas en la pintura”, en donde no queda duda que el arte, su evolución y producción está ligado a las matemáticas. En este artículo se hace hincapié en no “racionalizar todo un movimiento artístico” (p. 32), luego de recorrer los momentos importantes del arte pictórico. Más adelante también conocemos a Galois, matemático, a través de su propia voz en su biografía.
El tema de las energías renovables y el cambio climático, así como el llamado a la sociedad y a los gobiernos a poner atención en la producción de éstas, resulta un tema recurrente, desde distintos enfoques, y escritos de una manera simple para dimensionar su importancia. Aquí se da cabida a hablar sobre los LEDs.
Hay espacio para las grandes leyendas de la ciencia vistas desde la óptica de lo humano y su compromiso con el desarrollo de la sociedad; se habla de Einstein, Edison. El autor hace un homenaje a grandes científicos mexicanos como Carlos Graef (un ejemplo de genialidad con su enfoque distinto sobre la relatividad y su sonrisa) y José de la Herrán.
El capítulo dedicado al ingeniero De la Herrán seguramente ha sido uno de los textos que más disfrutó Juan Tonda al hacerlo, y lo digo porque como lectores quedaremos cautivados y, por supuesto, ávidos de conocer más sobre ambos (autor y personaje). Un pasaje muy emocionante.
Las máquinas de movimiento perpetuo y las computadoras siguen siendo parte de las interrogantes sobre la inteligencia humana y artificial. Así como el apasionante Universo y su creación; hasta pasamos “Un día en el espacio”.
Es divertido cómo Tonda Mazón da un giro con una buena puntada sobre “¿Cómo acabar de una vez por todas con la divulgación de la ciencia?”.
El capítulo final nos deja puesta la risa en la boca y en la mente dando vueltas sobre lo mucho que falta por aprender o por escribir para que la gente común, como nosotros, aprenda y le den ganas de hacerlo. Agradecemos al autor porque sabe motivarnos hacia la construcción del conocimiento.
Al fin, “la ciencia es una obra en construcción permanente” (p. 183).