Las feromonas humanas


Las feromonas humanas
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La existencia de las feromonas humanas ha desatado
un debate que va más allá del ámbito científico e invade creencias sobre una existencia especial del género humano
y sus emociones más poderosas.

Las feromonas son mensajeros químicos con los que los animales se comunican —a veces, a muy largas distancias— sus requerimientos sexuales y reproductivos. Anuncian también que la hembra ha entrado en periodo de celo. Sin embargo, en la especie humana, el hecho de que la hembra —es decir, la mujer— está en capacidad de tener relaciones sexuales en casi cualquier momento con el hombre, hace que la utilidad de un mensaje poderoso, a base de feromonas se haga prácticamente nula.
     Sin embargo, hay indicios de que la feromona humana aún existe, y actúa de formas más sutiles, contribuyendo a la selección sexual de la pareja biológicamente más indicada.1
     Los animales detectan las feromonas por medio del órgano vomero-nasal que se encuentra en lo más profundo de su nariz, y las transmiten directamente al cerebro por medio de fibras nerviosas.
     En el ser humano, existe algo semejante a este órgano, que ha sido reducido a un conjunto de terminales nerviosas en la mucosa nasal, sin embargo, al parecer no se conecta con el cerebro. Se cree que a lo largo de su evolución, este órgano dejó de ser indispensable para sobrevivir y se fue perdiendo, por lo que algunos científicos niegan la existencia de las feromonas humanas.2
     No obstante, existen ciertos estudios reveladores3 de que, al parecer, en el ser humano la exposición al olor corporal de una persona del sexo opuesto puede llevar a determinadas respuestas, como ocurre en algunas mujeres sujetas a experimentación, que encuentran más placentero el aroma de ropa interior usada y sudada de sujetos del sexo masculino con mayores diferencias en su linaje o en su sistema inmune.3 También, algunas pruebas revelan que las mujeres pueden experimentar modificaciones en su ciclo menstrual cuando están expuestas al olor del sudor de otras mujeres.4 Otra investigación, realizada en la Universidad de Florida,5 mostró que el olor de mujeres que se encuentran ovulando puede aumentar los niveles de testosterona en los hombres.
     Algunos autores han propuesto la existencia de una feromona moduladora, es decir, una feromona que produce un efecto determinado en el estado anímico o mental de las personas. Así por ejemplo, investigadores de la Universidad de Stony Brook encontraron que el oler el sudor de un paracaidista que saltaba por primera vez hizo que las participantes en el estudio fueran más capaces de discriminar entre expresiones —actitudes— emocionales ambiguas.6 Esto  se debe, según los científicos Winnifred. B. Cutler y George Preti,7 a que el sudor del paracaidista actúa como una señal de alarma que hace que se fijen más en los detalles.
     El androstenol es el nombre designado a la feromona femenina. Según un estudio de 1978 de Kir - Smith, aquellos quienes estuvieron expuestos al olor de esta substancia percibían imágenes de las personas mucho más agradables que aquellos que no estuvieron expuestas. El caso que corrobora esta influencia es el del llamado efecto McClintock —así llamado por la investigadora Martha McClintock, de la Universidad de Chicago—,4 en el cual se sincronizaba los periodos menstruales de mujeres sometidas al aroma de esta feromona.8
     La androstenona sería la feromona masculina que funciona como un atrayente para las mujeres. Finalmente, la androstadienona sería una feromona que mejora el talante de las mujeres y propicia que pongan una mayor atención a la información emocional que reciben de su pareja.
     La negación de las feromonas humanas está afectada de un rechazo emocional por parte de algunas personas que trabajan en este ámbito, que hace pensar que detrás existen prejuicios sociales.9

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