Desperdicios orgánicos
para producir biogás


Desperdicios orgánicos
para producir biogás
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Los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) están compuestos por materia orgánica (originada por seres vivos: plantas, animales y aquellos que son producto de actividades antropogénicas relacionadas con éstos) e inorgánica (conjunto de materiales inertes, en su mayoría, fabricados por el hombre). 

La Fracción Orgánica de los Residuos Sólidos Urbanos, o FORSU, ocupa, aproximadamente, 40% del volumen total de basura generada en una ciudad, la cual, de no ser tratada adecuadamente, su degradación representa un riesgo para la salud humana y puede provocar daños ambientales graves.

Éste es un biocombustible generado a través de la descomposición de la materia orgánica, principalmente, útil como fuente de energía alternativa. Este biogás está compuesto, en su mayor parte, por 60% de metano (CH4), dentro del conjunto de otros gases, como el dióxido de carbono o CO2.
     La descomposición se lleva a cabo por distintos grupos de bacterias y Archeas (grupo de microorganismos primitivos, evolutivamente anteriores a las bacterias) en un medio ausente de oxígeno (anaerobio) y mediante un proceso biofísico-químico complejo de cuatro etapas, que se realizan en una planta generadora de biogás, la cual debe ser hermética y con controles de salvaguarda ambiental. En la etapa final se lleva a cabo la síntesis de metano, un gas que, si se libera al ambiente, resulta altamente contaminante.

La FORSU es sumamente desaprovechada, en comparación con los materiales inorgánicos (metales, plásticos, vidrio, etcétera), que son económicamente más valorados. Los desperdicios alimentarios de los expendios de comida y viviendas, así como los vegetales desechados en los mercados, pueden ser materia prima para la producción de biogás, siempre y cuando esta FORSU se disponga sin ser mezclada con el resto de los RSU.*

El proceso de degradación anaerobia requiere materia orgánica altamente biodegradable, preferentemente fresca y blanda, debido a los cambios de textura y acidez que pueden favorecer o perjudicar el proceso de biodegradación, así como la cantidad de metano producido.
     En México, la instalación de estas plantas es un campo pionero en el desarrollo tecnológico, lo cual demanda, en principio, una inversión económica considerable, pero, a cambio, ofrece expectativas que coadyuvarán a la valorización de los residuos orgánicos, la protección del ambiente y el uso de fuentes de energía alternativas

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Thalía A. Bernal G.
Alma D. Lupercio L./FES Iztacala UNAM
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