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Marzo-Abril 2012
Hélix
Reseñas  

CARLOS BUENDÍA GARCÍA

A quien le robaron la luz

Matemática divertida y curiosa

Cheney, Margaret. Nikolae Tesla, el genio al que le robaron la luz. (Col. Noema). Trad. Gregorio Cantera; pról. Nacho Palou. Madrid: Editorial Turner, 2009, 424 pp.

Hay hombres cuyas obras son escrituras sagradas, fuentes primigenias de conocimiento y creación que legan al mundo, son los hombres de genio, los que alimentan a talentosos que se nutren de sus obras y después las comentan y las glosan.

Tesla ofrece un ejemplo al respecto, fue un hombre de cuyos inventos se beneficiaron otros muchos. Es sabido que el otro gran genio de la electricidad, Edison, supo sacar provecho del ingenuo Tesla que buscaba hacerse de una posición en su nueva patria: los Estados Unidos de América.

El serbio mejoró los generadores del viejo timador Edison, y éste, taimado hombre de negocios, no le pagó los 50 mil dólares acordados, diciéndole que era sólo una pequeña broma americana. Hubo, además, entre estos dos titanes una guerra que se llamó de las corrientes, y para la cual, Edison hizo gala de toda su argucia propagandista para desprestigiar la corriente alterna de Tesla.

Se cuenta que electrocutaba perros y caballos usando corriente alterna y fue él, precisamente, el inventor de la silla eléctrica. Es sabido también que Marconi aprovechó no menos de diecisiete patentes de Tesla y ganó el premio Nobel por haberse adjudicado el invento del radio, aunque ya Tesla hubiera probado, hacía varios años, la emisión y recepción de señales de radio.

Este prometeo moderno no sólo hizo desarrollar disciplinas como la ingeniería eléctrica y el electromagnetismo, sino que su trabajo influyó en muchas otras como la robótica, la balística, la física nuclear y teórica. Leamos, pues, con singular deleite la biografía de Margaret Cheney sobre el científico inventor de los balcanes, amena narración en la que se sintetiza vida y obra de tan ingente genio, la cual incluye anécdotas curiosas sobre sus excentricidades y fobias; aparecen personajes famosos de aquellas descollantes épocas y está, además, excelentemente traducida. ¡Para leerla urgentemente!

BERTHA IVETTE SANDOVAL GALLARDO
Las leyes de Coleman
Innovación y desarrollo tecnológico

Coleman, Vernon. Las Leyes de Coleman. Doce verdades médicas que pueden salvar tu vida. México: Océano, 2009, 286 pp.

Las doce leyes de las conductas irresponsables, tanto de médicos como de la industria farmacéutica y los sistemas burocráticos, son definidas por Vernon Coleman, médico y doctor honoris causa en ciencias, y autor iconoclasta de más de cien títulos.

Coleman fue despedido de la TV matutina por comentar que la comida grasosa había matado a más personas que Hitler, ante la amenaza, de la industria de alimentos, de retirar su publicidad del canal.

En esta obra, el autor refiere cómo, en la actualidad, el área de la salud se enfoca a cubrir cifras dispuestas por los gobiernos como publicidad política, así como la manera en que la pérdida de la clínica médica –basada sólo en la evaluación de estudios de laboratorio y de gabinete–, se asocia a la pérdida de tratamiento asertivo a personas con sobrepeso.

Afirma que la mayoría de los tratamientos tiende más a dañar que a ayudar, y representa un negocio rentable para los médicos y la industria farmacéutica, pero deja vacíos los bolsillos de los pacientes. En los nosocomios se ha perdido el trato ético (humano), además de haberse convertido en focos de infección y malnutrición, pues difícilmente se mantienen limpios y los alimentos de que disponen son ricos en hidratos de carbono y grasas de difícil digestión; en contraste, los pacientes reciben atención de acuerdo con su estatus socioeconómico y cultural, y los médicos ven su aumento de peso como señal de recuperación y buena nutrición.

El autor reconoce que, en muchos casos, el personal sanitario carece de criterio para considerar los efectos secundarios de los tratamientos farmacológicos, abusa de la utilización de estudios clínicos, de exploraciones y revisiones. Ignora lo relacionado con hábitos higiénicodietéticos y no se responsabiliza ante la falta de respuesta del paciente al tratamiento sugerido.

Esta falta de responsabilidad y compromiso se refleja en el hecho de que muchos médicos no se someten a una evaluación continua; en cambio, supeditan sus diagnósticos y su práctica a las modas, dejando en manos de individuos no facultativos la responsabilidad de prescribir fármacos, sin dar cabida a tratamientos interdisciplinarios –incluidos los alternativos– y se resisten a considerar que cualquier intervención –sea una toma de muestra sanguínea o una cirugía de alto riesgo– debe considerarse como cirugía menor; todo lo cual repercute en el aumento de las iatrogenias o errores médicos.

En resumen, el establishment médico toma decisiones en cuestiones de salud con criterios que benefician a la industria, al gobierno y a la profesión médica; no a los pacientes.

Frente a esta cuestiones, vale la pena que todos nos preguntemos en manos de quién nos ponemos nosotros mismos o a nuestros dependientes.
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