Nuevas investigaciones genéticas¹ sugieren la ocurrencia de un delicado —o catastrófico— momento para Homo sapiens sapiens que lo dejó con tan sólo una población probablemente menor a los 2,000 individuos o 1,000 parejas fértiles.
    Eso concluye un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford, en EUA, y la Academia de Ciencias de Rusia, los cuales se han dedicado a estudiar muestras genéticas reunidas en 52 regiones del planeta. 
    Los biólogos y antropólogos se han dedicado, así, a examinar específicamente la variación de los llamados microsatélites genéticos, segmentos cortos y repetitivos de ADN que van cambiando entre los integrantes de diferentes pueblos actuales de la Tierra. 
    Estos microsatélites pueden normalmente mostrar un alto porcentaje de mutaciones o errores en sus cromosomas, que se van acumulando según pasan de generación a generación. Esto los convierte en un indicio muy útil para determinar cómo se ha comportado a lo largo del tiempo la diversificación de nuestra especie.
    La pequeñez de la diversidad genética detectada en estas muestras humanas, que contrasta con la observada en otros primates parientes cercanos nuestros, nos revela que, en algún momento geológico, ocurrido durante los últimos 100,000 años, la población humana se debió ver reducida a niveles mínimos y, a partir de esos residuos de población, con ostensibles similitudes genéticas entre sí, se habría multiplicado el resto de la especie humana actual.
    Aunque otras investigaciones anteriores han especulado sobre el censo de esta población amenazada, uno de los últimos trabajos publicado en el American Journal of Human Genetics² sugiere la reducida cifra de apenas 2,000 individuos residentes casi exclusivamente en el continente africano.
    La teoría en cuestión establece que la evolución humana resultó afectada por un reciente acontecimiento de tipo volcánico y fue propuesta en 1998 por Stanley H. Ambrose, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign,³ acontecimiento que habría reducido la población mundial a poco más de unas 1,000 parejas reproductoras.
    Según esta teoría, el supervolcán del lago Toba —en el norte de la isla indonesia de Sumatra— estalló como una caldera con una fuerza 3,000 veces superior a la erupción del monte Santa Helena, y dejó como rastro el actual lago Toba, el lago volcánico más grande del mundo.
    Todo ello causó un desplome de la media de las temperaturas y hubo un invierno global que pudo durar entre seis y siete años. En las regiones templadas produjo una disminución de las temperaturas globales a 15 °C, en promedio, lo que representa un cambio drástico en el ambiente, el cual debió producir descensos en las poblaciones de varias especies Homo de la época, entre ellas, la nuestra, incluso, llevando a la extinción a muchas de ellas.
    Esta teoría establece que, cuando el clima y otros factores fueron propicios, los humanos nuevamente se expandieron a partir de África, migrando, primero, al Oriente Medio, y luego a Indochina y Australia. 
    Pero más recientemente, una investigación de Michael Petraglia, de la Universidad de Cambridge, dedujo que la erupción de Toba no tuvo un efecto tan catastrófico en el clima terrestre y la evolución humana. En 2009, descubrió un conjunto de artefactos de piedra en un yacimiento del sur de la India, el cual sugiere que las poblaciones locales sobrevivieron en la región después del estallido;⁴ esto significa que hubo otros factores además de la erupción que afectaron a nuestra especie.
    ¿Qué hubiera sucedido si nuestro linaje se hubiera extinguido por completo? Otros linajes humanos muy cercanos sin duda habrían sobrevivido, incluyendo a los neandertales; así, lo más probable es que hoy el mundo estuviera poblado por millones de seres muy parecidos, o indistinguibles, de nosotros.