A fines del siglo antepasado se inició una controversia entre dos gigantes de la invención: Thomas A. Edison (1847-1931) y George Westinghouse (1846-1914) sobre un tema que, sin exageración, definiría el ritmo de progreso en el siglo XX.
Edison, en defensa activa del empleo de la corriente eléctrica continua y Westinghouse, no menos activo, con la propuesta del uso de la corriente alterna; Edison con invenciones cruciales desarrolladas y aplicadas por él mismo, y Westinghouse con argumentos técnicos contundentes sobre la superioridad de la corriente alterna y sus posibles aplicaciones futuras, todavía por demostrar.
Recordemos que Edison, genio autodidacta, entre otros inventos de primera magnitud, había conseguido producir la lámpara eléctrica incandescente (1879) que revolucionaría la iluminación en el mundo entero, la dio a conocer en su propio laboratorio, y poco tiempo después, cuando su producción alcanzó un nivel industrial, llegó a iluminar –empleando generadores de corriente continua– la calle Perla (Pearl St.), en el bajo Manhattan de Nueva York (1882); con ello, el mundo entero descubrió la superioridad de la iluminación incandescente y sus principales ciudades de inmediato reclamaron la posibilidad de disfrutarla.
|