Articulación y enlace
El limes era un espacio tenso y conflictivo, a la vez que de mediación y enlace y, aunque sólo implicara una estrecha franja, participaba de ambos caracteres: de lo civilizado y de lo sin ley. En él se reunían y desunían el mundo romano y el bárbaro; actuaba a la vez como cópula y disyunción. Así, la noción de límite que Trías reflexiona es un límite siempre en correlación, un límite respecto a dos espacios o mundos que escinde y une a la vez.
Los espacios que articula el límite son denominados por Trías como cerco del aparecer, cerco hermético y cerco fronterizo. Los dos primeros no pueden comunicarse entre sí, sólo el limes o cerco fronterizo tiene la cualidad de mantener relación directa con ambos.
El cerco del aparecer corresponde al lenguaje, es el lugar en el que ocurre la experiencia, se concibe y se conoce, donde advertimos los objetos; es aquel que comúnmente llamamos mundo.
El cerco hermético se refiere a lo impenetrable, replegado en sí, que contiene lo sagrado, lo enigmático, aquello que resulta difícil conocer o designar. Este cerco se halla fuera de la experiencia de los objetos sensibles; no puede comparecer en el marco del decir y el significar; sin embargo, a pesar de ser incognoscible debe ser centro de reflexión. Este ámbito se puede concebir como una matriz inaccesible e inhabitable referida, por ejemplo, a la idea de lo divino o del origen y causa primera.
Ahora bien, entre el cerco del aparecer y el hermético se sitúa el cerco fronterizo; el límite que –a manera de intersticio, en sentido positivo, como limes– es concebido como un espacio susceptible de ser habitado. Éste es el límite conjunción y disyunción, es una efectiva mediación en relación con esos dos espacios extremos; es decir, vincula el cerco del aparecer o mundo –donde existimos– con el cerco hermético –donde se halla oculta la causa u origen de la existencia–.
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El carácter positivo del límite
Símbolo y límite
Referencias
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