Para quienes gozamos del sentido de la vista, la luz representa el medio principal a partir del cual podemos percibir, aprender, apreciar y disfrutar el mundo que nos rodea. Además, ésta desempeña un papel esencial en la forma que utilizamos para comunicarnos; sin embargo, también hay luz que no es perceptible para nuestros ojos y no por ello resulta menos importante; al contrario, cada vez cobra mayor relevancia su detección, estudio y aplicación.
La luz puede ser catalogada como una onda de naturaleza electromagnética en la que sus diferentes colores representan distintas longitudes de onda, aunque también puede ser concebida como un flujo de partículas sin masa (fotones), cuyo color está asociado a la cantidad de energía de la luz que representan. De esta forma, la luz amarilla tiene más energía que la roja, pero menos que la verde; y esta última es menos energética que la azul. Todos los colores mencionados corresponden a un rango de luz perceptible a través de nuestros ojos, pero en ambos extremos de este intervalo de colores existe luz que no es visible. Hacia la región roja, existe luz menos energética, como la infrarroja, las microondas y las ondas de radio; mientras que en la región más energética que la azul, se localizan la luz ultravioleta, los rayos X y los rayos gamma.