Dietas sostenibles para la conservación de la biodiversidad y la nutricion saludable


Dietas sostenibles para la conservación de la biodiversidad y la nutricion saludable
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Desde finales del siglo XX se señaló que el modelo de producción alimentariaI y los cambios en las conductas nutricionales contribuyen significativamente a la degradación ambiental e inducen problemas en la salud. La agricultura es una de las actividades que más consumen agua dulce en el mundo (entre 60 y 80%), a la cual se atribuye, aproximadamente, 24% de las emisiones mundiales de gases efecto invernadero, pues utiliza grandes cantidades de energía fósil aplicada al elaborar plaguicidas (organofosforados, glifosato) y fertilizantes, como la urea y fosfatos de amonio; además, muchos alimentos son empaquetados, envasados o embolsados con materiales plásticos.

La agricultura depende del transporte, pues los sitios en los cuales se cultivan los alimentos usualmente están a gran distancia de donde son consumidos. Todo ello contribuye a generar gases efecto invernadero, así como el uso de plástico y sus derivados ya que, normalmente, al transportar los alimentos se empaquetan para facilitar su manejo y manipulación. Por esto, para disminuir el impacto ambiental de la agricultura es mucho más conveniente consumir los alimentos producidos localmente y, además, optar por los que se compran frescos, en venta a granel, sobre los empaquetados. Esto, por un lado, traerá beneficios ambientales al disminuir el consumo de plástico, así como el uso del transporte y, por otro, traería beneficios nutricionales, pues consumir alimentos frescos como frutas y verduras favorece la ingesta de macro y micronutrientes importantes para el organismo como proteínas, vitaminas y minerales.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) menciona que 62% de las especies amenazadas en el mundo han sido afectadas por actividades relacionadas con la agricultura; las cuales han ocasionado 70% de pérdidas en la diversidad biológica terrestre; por ello, conservar la biodiversidad —parte integral de los sistemas alimentarios— es crucial para alcanzar los objetivos del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020).1

En 2015 se registraron 48,626,474.4 km2 de tierras agrícolas (37.26% de la superficie terrestre);2 a pesar de esta cifra y los costos ambientales por la producción de alimentos, no ha sido posible satisfacer las necesidades alimenticias de la población.

En 2017, las personas con hambre en el mundo sumaron 821 millones (una de cada nueve), según el último informe del estado de la seguridad alimentaria y la nutrición.3 Estas cifras se reflejan en la prevalencia de malnutrición en la población, la cual, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se define como la confluencia de dos condiciones: la desnutrición —relacionada con retraso en el crecimiento (estatura inferior a la adecuada con la edad), emaciación (peso inferior al correspondiente con la estatura), insuficiencia ponderal (peso inferior al que corresponde con la edad) y las carencias o insuficiencias de micronutrientes (falta de vitaminas y minerales importantes)—, y la otra condición de malnutrición involucra: sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles (cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, diabetes y cánceres), todas relacionadas con una alimentación inadecuada.4

La malnutrición puede presentar dos caras en el mismo escenario: desnutrición infantil coexistiendo con obesidad en adultos; fenómeno conocido como “la doble carga de la mala nutrición”, la cual, en parte, está asociada con cambios en los hábitos alimenticios y de estilo de vida.5, 6 La explicación es que en el mundo se ha incrementado el consumo de alimentos altamente procesados, sobre todo, consumidos por la población con bajos ingresos económicos, pues son baratos y de fácil acceso; sin embargo, se caracterizan por tener altos contenidos de grasas, azúcares, sales, colorantes y aditivos artificiales que, al ser consumidos en forma habitual, pueden producir sobrepeso y obesidad.

La disponibilidad y accesibilidad ofrecida por los alimentos procesados está cambiando los patrones dietéticos en el mundo, pues ha desplazado las dietas tradicionales, caracterizadas por ser diversas en alimentos y nutrientes, por bocadillos ricos en grasas, harinas procesadas y azúcares o sal en exceso. Estos cambios explican, en parte, por qué ha aumentado la obesidad en el mundo a más del doble entre 1980 y 2014.

En 2017, más de 672 millones de adultos en el mundo eran obesos (casi 13% de la población) y 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso. Además, la desnutrición crónica afectaba a 155 millones de niños menores de cinco años y una de cada tres mujeres en edad reproductiva padecía anemia…3 son situaciones que conviene modificar.

Éstas tienen un impacto ambiental reducido, pues su producción se basa en la disminución del uso de pesticidas y fertilizantes; además, se cultiva especies adaptadas al ambiente local, contribuyendo así a la seguridad alimentaria y nutricional para que las generaciones presentes y futuras lleven una vida saludable. Las especies nativas protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, asequibles, nutricionalmente adecuadas, inocuas, saludables y optimizan los recursos tanto naturales como humanos.7, 8

Los sistemas de producción orientados a las dietas sostenibles vinculan las formas tradicionales de producción y las herramientas tecnológicas; se busca acortar las distancias entre las zonas de producción y las de consumo; los alimentos son procesados al mínimo, utilizando las formas tradicionales de preparación y ofrecen educación nutricional a los habitantes. Por lo tanto, estas dietas van más allá de la nutrición y la protección al ambiente, pues incluyen criterios nutricionales, económicos, sociales y culturales que forman un entorno saludable.7, 8

La biodiversidad provee alimento para las personas y es parte de servicios ambientales importantes para la producción de alimentos como: formación de cuerpos de agua dulce, regulación del clima, polinización, fotosíntesis y ciclo de nutrientes (nitrógeno, fósforo, carbono, azufre). Por su parte, la biodiversidad agrícola incluye todos los componentes de la diversidad biológica importantes para la alimentación y la agricultura. Esto engloba la variedad y variabilidad genética de animales, plantas y microorganismos que sostienen las funciones, la estructura y los procesos de los ecosistemas agrícolas.9, II

Esta diversidad ha sido lograda por los agricultores y las comunidades durante miles de años y es una fuente alimentaria variada, aceptada culturalmente y adaptada a sistemas agrícolas locales con pocos requerimientos de insumos para su producción.6

La manera intensiva para la producción de alimentos no sólo ha ocasionado la pérdida de especies silvestres. Se estima que, de 300,000 especies conocidas de plantas, 10,000 son utilizadas como alimento; de ellas, entre 150 y 200 se han comercializado y sólo arroz, trigo, maíz y papas cubren 50% de la energía calórica en la población, esto debido a los sistemas de intensificación agrícola de esos cultivos.

Respecto a los animales, podemos decir que cinco especies (vacas, borregos, cerdos, cabras y pollos) proveen las proteínas de origen animal más consumidas en el mundo. Por otro lado, se estima que 75% de la diversidad genética de muchos cultivos se ha perdido y 17% de la diversidad de razas ganaderas fue clasificada en algún grado de extinción. Esta pérdida se debe a que especies, variedades y razas locales son desplazadas por las especies más comerciales, lo cual tuvo consecuencias en la variedad dietética, pues las personas adquirieron una alimentación en la cual sólo unos pocos alimentos han sido incluidos.8, 10

Con el consumo de alimentos locales se favorece la conservación de la biodiversidad agroalimentaria y la ingesta de una variedad alimentaria adecuada, por lo cual sólo se transportarían aquellos suministros comerciales que, por razones climáticas o económicas no pueden producirse en el ámbito local.

Por esto las dietas sostenibles se basan en la relación y conservación de la biodiversidad desde la producción hasta el consumo. La producción, vista desde el ángulo del mantenimiento de la diversidad, transita desde optar por la producción de especies locales adaptadas a las variaciones climáticas, hasta consumir alimentos originarios de la misma región en la cual son producidos, para disminuir el impacto ambiental que implica el uso de energía en el transporte de alimentos en distancias largas.

Las dietas sostenibles apuntan a la aceptación cultural, pues los alimentos producidos y consumidos forman parte de los recursos naturales, del entorno y las tradiciones locales. La biodiversidad en las dietas sostenibles es un factor clave para la producción alimentaria e incluye su conservación, misma que es prioridad mundial, debido a su relación directa con el bienestar y la salud.

 

Las dietas se han simplificado mucho en el último siglo y han sido insuficientes en su aportación a las necesidades nutricionales, pues el consumo de legumbres, frutas y verduras cedió su lugar al de arroz, trigo, maíz, carnes y productos lácteos, lo cual ha ocasionado que una de cada tres personas en el mundo carezca de micronutrientes (vitaminas y minerales) esenciales para el crecimiento y el desarrollo.

Las dietas poco variadas conllevan a padecer malnutrición, uno de los principales riesgos en salud, pues ésta se relaciona con enfermedades no transmisibles como diabetes, hipertensión y cardiovasculares, a su vez, asociadas con sobrepeso y obesidad.4

La biodiversidad es un factor importantísimo para una buena nutrición, pues provee una variedad alimentaria que proporciona macronutrientes (carbohidratos, proteínas y lípidos), micronutrientes (vitaminas y minerales), compuestos bioactivos (licopeno —antioxidante—, resveratrol, lignanos, taninos, indoles). Por ejemplo, el resveratrol es un polifenol presente en el vino tinto, del que se ha demostrado su efecto protector contra enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas. El licopeno es un carotenoide que se encuentra, principalmente, en el tomate, la sandía y la papaya cuyo efecto antiinflamatorio ya fue probado.

Las dietas sostenibles, al basarse en la diversidad agrícola, contribuyen al aporte de una alta calidad nutricional, pues, a mayor diversidad dietética aumenta el consumo de macro y micronutrientes esenciales para el desarrollo, lo que hace a las dietas sostenibles ser nutricionalmente adecuadas.

Los sistemas alimentarios deben cambiar para posibilitar que la población se alimente con dietas de buena calidad nutricional que, además, protejan el ambiente. Para hacer esto posible, los sectores clave: agricultura, acuicultura y silvicultura —incluidos productores, consumidores e instituciones relacionadas con el tema— deben adoptar prácticas que minimicen los impactos negativos de sus actividades con el objetivo de hacer sostenible la producción alimentaria a largo plazo. Por otro lado, los productores deben preferir cultivar las variedades locales a fin de disminuir la dependencia a insumos como fertilizantes y pesticidas. Los consumidores deben preferir los alimentos producidos de manera local y evitar el consumo de alimentos ultraprocesados. Y, finalmente, las instituciones deben diseñar una estrategia de política pública que promueva la producción y el consumo local de alimentos.

Por otro lado, a las personas en general, nos convendría consumir una dieta basada, principalmente, en alimentos de origen vegetal, producidos, preferentemente, en las localidades y que sean de temporada. También resultaría benéfico reducir el consumo de alimentos altamente procesados, bebidas azucaradas y carne roja procesada, así como evitar el desperdicio de alimentos. Estas acciones reducirán el impacto de la producción alimentaria en el ambiente y, consecuentemente, en su biodiversidad, pues, aparte de mejorar la salud en la población, consumir dietas de buena calidad nutricional reduce el riesgo de padecer alguna condición de malnutrición.

 

La información presentada forma parte del proyecto RAICES. Conacyt. Problemas Nacionales. 2250-6.

Virginia Gabriela Cilia López

Es bióloga por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y doctora en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP). Se desempeña como profesora - investigadora de tiempo completo en la Facultad de Medicina de la UASLP. Es miembro del SNI (I), su línea de investigación es la documentación y evaluación de dietas tradicionales para la conservación de la biodiversidad y la seguridad alimentaria. C. e.: gabriela.cilia@uaslp.mx

 

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