Crisis anfibia


Crisis anfibia
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Los anfibios son organismos con capacidad para vivir tanto en el agua como en la tierra; anfibio significa: “vida en ambos medios”. Ellos constituyen un grupo de vertebrados tetrápodos —por poseer cuatro extremidades—; ectotermos, ya que su temperatura está regulada por las condiciones ambientales y, además, presentan metamorfosis —trasformación física y fisiológica por la cual pasan de un estadio larvario a convertirse en adultos—.

Los anfibios fueron los primeros vertebrados capaces de dejar el ambiente acuático y conquistar la tierra hace, aproximadamente, 365 millones de años; ellos se desarrollaron unos 140 millones de años antes del surgimiento de los primeros dinosaurios y han continuado en el planeta hasta ocupar todos los ecosistemas, a excepción de océanos y polos. La clase Amphibia ha sido dividida en tres órdenes: Anura, Caudata y Gymnophiona.

A pesar de su larga historia, las investigaciones actuales han mostrado una disminución alarmante sufrida por las poblaciones de anfibios; en tal sentido, algunos investigadores consideran que éstos podrían correr la misma suerte de los dinosaurios.

Estamos frente a una severa crisis de la biodiversidad en el mundo, por lo cual la comunidad científica calcula en 338 las especies de vertebrados extinguidas desde el año 1500; además, enfatiza que las tasas modernas de extinción han aumentado bruscamente desde hace 200 años, lo cual es consistente con el surgimiento de la sociedad industrial;1 por lo que, de continuar este ritmo, se necesitarían de cinco a siete millones de años para recuperar la diversidad biológica tan sólo de los mamíferos;2 por ello podríamos estar presenciando la sexta extinción masiva de organismos.1

Como parte de esta crisis de biodiversidad, los anfibios están siendo afectados, pues sus poblaciones han mermado tanto como sus áreas de distribución, incluso, actualmente, se están presentando extinciones de algunas especies,3, 4, 5 por ejemplo, el sapo dorado Incilius periglenes, la rana leopardo de Las Vegas Lithobates fisheri y la salamandra Plethodon ainsworthi.

En México, las poblaciones del icónico ajolote Ambystoma mexicanum han disminuido alarmantemente; el último cálculo de su densidad poblacional fue medido en 0.0012 orgm2 (organismos por metro cuadrado), casi seis veces menos que el último censo realizado a la población;3 otra evidencia es la rana emblemática australiana Pseudophryne corroboree, la cual sufrió una catastrófica disminución poblacional desde mediados de 1980, por lo que, actualmente, es considerada funcionalmente extinta de su hábitat natural, siendo catalogada como uno de los vertebrados más amenazados en Australia.4

Estudios recientes8, 9, 10, 11 sobre el estado de conservación de los anfibios apuntan a una disminución de poblaciones a tasas más aceleradas que las de aves, reptiles y mamíferos, lo cual también ocurre con sus áreas de distribución e, incluso, se están presentando extinciones de otras especies, por ejemplo: el sapo dorado Incilius periglenes, la rana leopardo de Las Vegas Lithobates fisheri y la salamandra Plethodon ainsworthi.11

Los seis principales procesos involucrados globalmente en las reducciones poblacionales y extinciones de los anfibios son: destrucción del hábitat, contaminación ambiental, cambios globales, introducción de especies exóticas, sobrexplotación y enfermedades infecciosas. Entre ellas, la destrucción del hábitat es la causa principal de la desaparición de muchas de sus poblaciones, lo cual a su vez se relaciona con el cambio en el uso del suelo, haciendo inhabitable el entorno natural en el que se desarrollan, además de alterar las condiciones óptimas requeridas para su supervivencia; lo mismo ocurre al impedir su acceso a zonas de apareamiento.

Los contaminantes liberados a los ecosistemas donde suelen vivir estos animales pueden llegar a matarlos directamente u ocasionarles efectos subletales a lo largo de sus estadios de desarrollo.

Algunos estudios han demostrado que anfibios expuestos a ciertos tipos de plaguicidas —en particular los orgánicos persistentes, como el DDT y el lindano (pesticida)— ocasionan malformaciones en las extremidades; entre ellas: ausencia de miembros (ectrodactilia –ausencia de dedos– y ectromelia –ausencia de la tibia o el fémur–).12, 13, 14

El cambio climático y el aumento de la radiación UV-B pueden afectar de manera importante los ecosistemas terrestres, causando daño, incluso, a otras especies habitantes del entorno.

Con respecto al aumento de la radiación UV-B, varios estudios han demostrado que ésta situación puede llegar a causar llanamente la muerte o afectar indirectamente a los habitantes de estas zonas, ocasionándoles malformaciones y alteraciones durante diferentes estadios de desarrollo.15

Las especies invasoras —es decir, aquellas que llegan a vivir en sitios diferentes a los naturalmente habitados por ellos; en este caso, donde viven anfibios— pueden convertirse en depredadores tanto de renacuajos como de anfibios adultos nativos o competir por los recursos (alimento, sitios de refugio…) con las especies originarias de los lugares en cuestión y, por consiguiente, desplazarlos a sitios sub-óptimos e, incluso, pueden introducir organismos posiblemente patógenos para los habitantes originales.

Además, aunque es poco conocido el impacto de la explotación de anfibios (aprovechamiento extractivo y tráfico ilegal de organismos) en sus poblaciones, podemos afirmar que este proceso puede llegar a ser significativo.

Una amenaza de mayor importancia son los patógenos; entre ellos, el más reconocido es el: hongo microscópico quitridial, y el más reconocido y estudiado en anfibios es el hongo microscópico quitridial Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) –descubierto en 1998–, el cual provoca la enfermedad conocida como quitridiomicosis, relacionada con la disminución de poblaciones en el mundo y, consecuentemente, con la extinción de varias especies de anfibios—; por otro lado, también está el Bs (Batrachochrytrium salamandrivorans), descubierto en 2013; ambos posiblemente originarios de Asia, los cuales, con ayuda humana han logrado su dispersión mundial.

Bd es, actualmente, una de las especies invasoras más destructivas, pues, este patógeno ha amenazado más especies que cualquier otra enfermedad conocida por la ciencia. Aproximadamente, 501 especies de anfibios se encuentran amenazados por Bd, pues ha sido diagnosticada en 60 países, incluido México, y las regiones más afectadas por el quitridio son Australia, centro y sur América.13

Nuestro país es considerado mega-diverso con una historia geológica única y una gran variedad de vegetación, por ello no es de sorprender que sea el quinto en albergar el mayor número de especies anfibias del mundo. Hasta el momento, nuestro territorio tiene 379 especies descritas, de las cuales, 263 son endémicas, colocándose así como el tercer país en el mundo con mayor número de especies de anfibios endémicos (cuadro 1).

         No obstante, en las últimas décadas se ha documentado la pérdida poblacional y la extinción de anfibios en territorio mexicano y, efectivamente, aquí los anfibios están más amenazados que cualquier otro grupo de vertebrados (mamíferos, aves y reptiles).

Tristemente, los seis procesos globales relacionados con la pérdida de anfibios han sido bien reconocidos y reportados en nuestro país. Desafortunadamente, 59.6%17 de los anfibios mexicanos se encuentran amenazados, de acuerdo con datos mundiales (cuadros 1 y 2). Por ello, México es considerado el segundo país con mayor número de anfibios en esta condición. Sin embargo, algunos estudios demuestran que aquí el estado de conservación de los anfibios ha sido subestimado, pues en realidad se presenta mejor que esa percepción.18 

Baena18 reporta 29 especies de anfibios extintas en México (7.6% de anfibios reportados en julio 26, 19), y se informa que, aproximadamente, 8% de ellos se encuentra presumiblemente extinto en México; sin embargo, esto no ha sido confirmado.

Entre los procesos globales relacionados con el detrimento de las poblaciones de anfibios tenemos: 1) la pérdida de su hábitat y 2) el cambio en el uso del suelo, situaciones consideradas como los principales factores de afectación a los anfibios mexicanos; 3) las enfermedades infecciosas también son una importante causa de amenaza; además de actividades como: 4) agricultura, acuacultura y ganadería, 5) la tala de bosques y 6) el desarrollo urbano propician contextos que merman tanto la abundancia como la diversidad de los anfibios en México, provocando el detrimento de sus poblaciones.19

Las enfermedades infecciosas representan una gran amenaza para los anfibios mexicanos, así se ha reportado20, 21, 22 que muchas especies endémicas fueron diagnosticadas con quitridiomicosis, mediante la toma de muestras de la piel de los anfibios afectados con hisopos, los cuales son, posteriormente, analizados para identificar el ADN del hongo quitridial Batrachochytrium dendrobatidis. Conviene mencionar que otras especies presentes en el territorio nacional, tanto en su medio natural como en cautiverio también han sido diagnosticadas con el hongo.

 

La contaminación por químicos es otro importante factor responsable de afectar a las poblaciones de anfibios, pues se tiene reportes de malformaciones por químicos en varias especies de anfibios mexicanos.

La introducción de especies exóticas también ha afectado a nuestras especies nativas; por ejemplo, Lithobates catesbeianus, introducida del sur al oeste de México y, actualmente, representa un riesgo serio para las poblaciones locales de anfibios. Esta especie es comúnmente criada en granjas para consumo humano; sin embargo, es un depredador agresivo y generalista, pues desplaza a otros anfibios nativos; ejemplo: la introducción de la rana toro en la parte baja del río Colorado es asociada con la extirpación local de la rana L. yavapaiensis.23

Además, estas especies introducidas pueden transmitir parásitos a los anfibios locales; ejemplo: el trematodo, Haematoloechus floedae —originalmente descrito en los pulmones de L. catesbeianus— fue encontrado en las ranas L. brownorum y L. vaillanti, en la península de Yucatán.24

Los cambios globales, como el aumento en la radiación UV-B y el cambio climático, son muestra de efectos negativos en los anfibios mexicanos (cuadro 1). De hecho, se predice que, debido a esta situación, algunas especies de salamandras podrían perder cerca de 75% de su área de distribución original para el año 2050.

Estudios realizados25 con embriones de Ambystoma mexicanum o Axólotl demuestran que la radiación UV-B afecta la postura del número de huevos y el tamaño al cual eclosionan éstos, provocando malformaciones en los embriones.

Más amenazas: varias especies de anfibios mexicanos son utilizadas para ornamentos; por ejemplo, sapos disecados son convertidos en monederos o adornos; otros forman parte de diversos guisos (mixiote, tamales o caldos) por ser considerados remedios en la medicina tradicional; así, se prepara el jarabe de ajolote, utilizado contra el resfriado; además, muchos de los anfibios —en particular ranas y salamandras— son extraídos de la naturaleza para ser vendidos como mascotas.

 

El panorama general presentado sobre el estado de conservación de los anfibios en México puede parecer perturbador; sin embargo, científicos, instituciones y agencias mexicanas se encuentran trabajando e investigando a profundidad sobre este grupo, lo cual permite profundizar a un grado tal que, aun cuando, actualmente, somos capaces de reconocer la posible extinción de varias especies, cada año se descubren otras nuevas.

El conocimiento sobre lo ocurrido con los anfibios nos da elementos para entender los factores que ponen en riesgo a estas especies y permite tener bases científicas para realizar acciones orientadas a detener la desaparición de estas joyas de la naturaleza.

El primer paso hacia la conservación de los anfibios en México es la protección del hábitat en el cual se encuentran. Actualmente, en nuestro país trabajan científicos con el objetivo de desarrollar conocimiento básico biológico y ecológico de los anfibios, realizando estudios demográficos (cuantificación poblacional), taxonómicos (clasificación), genéticos y reproductivos con el fin de dar a conocer el estado de conservación de las especies y descubrir qué está ocurriendo con estos vertebrados en nuestro país.

 

Patricia de Lourdes Frías Álvarez

Es bióloga egresada de la Facultad de Ciencias (UNAM). Realizó su doctorado en la Facultad de Ciencias — UNAM, estudiando historias de vida de vertebrados acuáticos. Actualmente, realiza un postdoctorado en la James Cook University, en Townsville, Australia, con el tema “Efectos de la enfermedad infecciosa quitridiomicosis en la reproducción de anfibios en peligro”, gracias a la beca otorgada por el Conacyt (171465).

Edna Leticia González Bernal

Realizó su doctorado en The University of Sydney, estudiando la invasión biológica de sapos introducidos en Australia. Actualmente, es investigadora - catedrática Conacyt, adscrita al Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional, Unidad Oaxaca (CIIDIR). Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (I) y su principal interés es el estudio de la ecología y conservación de anfibios mexicanos. Fue ganadora de la Beca L’Oréal-Unesco para Mujeres en la Ciencia, 2017. Actualmente, desarrolla investigación con anfibios nativos en bosques mesófilos de montaña, en Oaxaca (Conacyt 256071).

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