
De estos sistemas se sabe que el olfativo principal parece estar involucrado, primordialmente, en el aprendizaje de olores y su asociación a diferentes contextos de información que provenga del ambiente; por ejemplo, olores de otras especies, alimentos, etc. En cambio, el sistema vomeronasal es, funcionalmente, más especializado, pues permite al individuo percibir compuestos muy específicos, como las feromonas de individuos de su propia especie, lo que —potencialmente— le facilita asociar un aroma a cada individuo.2 De ahí que al ocurrir la quimio-percepción a nivel del sistema vomeronasal de cada individuo e identificarse entre el grupo de individuos, se espera ocasione potenciales cambios en el comportamiento, antecedidos por respuestas fisiológicas, como es el caso de variaciones hormonales.
Así, cuando los animales establecen relaciones sociales y forman parejas o grupos, usan el olfato para identificarse entre sí, lo que facilita la organización de las interacciones —desde el reconocimiento madre-hijo hasta las de antagonismo—. Específicamente, los conejos recién nacidos aprenden olores nuevos mediante su sistema olfativo y los asocian con el amamantamiento y el reconocimiento entre individuos de la camada.