La reciente epidemia de influenza porcina (o bien humana), ocasionada por una nueva cepa del virus A (H1 N1) y que afectó primeramente a México, resalta hasta qué grado la teoría de la salud humana que propone la medicina científica ha demostrado ser la única que en verdad explica la realidad y además ofrece remedios efectivos aun a los males y desarreglos más complejos y severos que afectan la salud de la especie humana.
La medicina científica ofrece la única visión confiable y verificable de la naturaleza de un fenómeno médico tan complejo como una pandemia de influenza, una amenaza de gran peligro potencial si no se le enfrenta mediante los paradigmas de la medicina científica y las estrategias vigentes de defensa de la sociedad, mismas que, al no haberse desarrollado aún en 1918-1919 –cuando barrió al mundo la gran pandemia de influenza española–, causaron la muerte de más de 40 millones de personas, tras haber afectado a casi un tercio de la humanidad. Los efectos de aplicar estas estrategias y medidas sanitarias son, desde luego, espectaculares, como lo atestigua el reducido número de fallecimientos que acarreó el más reciente brote.
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