La sociedad contemporánea se ha visto invadida por pronosticadores y profetas de todo tipo, quienes afirman poder obtener información sobre el futuro. Algunos señalan que dominan complejas formas de calcular tendencias actuales que les permiten saber la forma en que evolucionarán las cosas en diversos ámbitos como la economía o la política. Otros, los más, de plano aseveran que, mediante diversas técnicas adivinatorias sobrenaturales, paranormales o maravillosas, pueden obtener una visión del futuro y permitir que las personas a las que convierten en sus clientes puedan hacer algo para modificarlo.
Lo anterior implicaría indirectamente –de ser ciertas estas afirmaciones– que el futuro ya existe, aunque sea en forma imperfecta o no definida del todo, y que algunas personas gozan del don de poder tener acceso a sus secretos. Estos individuos pueden ser sacerdotes mayas o personas supuestamente privilegiadas como Nostradamus, con sus crípticas profecías, o adivinos de feria que con toda tranquilidad adivinan el porvenir a los incautos.
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