En el ámbito mundial existen 15 especies que pueden ser consideradas depredadores tope, como el jaguar y el puma, que habitan en México; también tigres, leones, osos y lobos que habitan en otras partes. Por ejemplo, los lobos habitan gran parte de Norteamérica, Europa y Asia, mientras que los osos polares viven sólo en la región ártica. De estas especies, 75% se considera vulnerable o en peligro de extinción y el resto se encuentra en riesgo bajo.
FIGURA 2A, B y C. Evento de depredación del jaguar sobre un tapir macho dentro de la selva de Los Chimalapas, Oaxaca, durante el fototrampeo
En México, el depredador más grande —el jaguar— se encuentra en peligro de extinción, pues, actualmente, su distribución es 66% más pequeña que la histórica. El hábitat natural de esta especie, y de otras más, es transformado continuamente para dar paso al crecimiento de los sectores agrícola y ganadero, así como a la ampliación de zonas urbanas. Esta reducción del hábitat ha propiciado la disminución del número de individuos en vida silvestre, así como de sus presas.
Algunas especies pueden sobrevivir y aun prosperar en ambientes pequeños o perturbados, en particular, las omnívoras o de tamaño medio, como los mapaches o los zorrillos, que son muy abundantes en algunas áreas urbanas y su periferia. Sin embargo, los depredadores grandes no pueden existir en zonas pequeñas; por ejemplo, un puma o un jaguar necesitan entre 25 y 60 km2 para vivir. Además, son más sensibles a la disminución de territorio, debido a la cantidad de alimento que requieren para sobrevivir y a sus características reproductivas (pocas crías, largos periodos de gestación y maduración sexual tardía, en comparación con otras especies). Por ejemplo, un jaguar hembra comienza a tener crías hasta que alcanza dos o tres años de edad, y puede tener una o dos crías cada dos años; la madre cuida de los cachorros hasta que tienen 24 meses de edad, cuando ya son capaces de vivir solos. En cambio, un mapache puede tener entre tres y siete crías cada año, las cuales permanecen con la madre sólo hasta los nueve meses, cuando ya son independientes.
En décadas pasadas, los depredadores eran envenenados para evitar que éstos consumieran el ganado doméstico, aunque también eran cazados para obtener su piel. Como consecuencia de ello, el lobo mexicano y el oso plateado están actualmente extintos de su medio natural en México y sólo existen algunos individuos en zoológicos.
Hoy contamos con programas de reproducción en cautiverio del lobo gris mexicano y para su reintroducción a su hábitat; aunque esto no es visto con buenos ojos por parte de los ganaderos de las zonas propuestas para su liberación, por el temor de que sus animales domésticos sean cazados. Parte del problema de la conservación de estos grandes depredadores se desprende de este temor y, en algunos casos, de los mitos asociados a ellos, como “propiedades curativas” (en busca de las cuales, algunos humanos matan estos ejemplares). El jaguar y el puma también son percibidos negativamente y, por esta razón, son perseguidos y cazados, en tal medida que presentan una disminución poblacional importante