Tránsito interestelar


Tránsito interestelar
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En opinión de un considerable número de personas, y de diversos medios informativos o canales de televisión sensacionalistas, nuestro planeta es visitado anualmente, por lo menos, desde hace unos 65 años, por numerosos vehículos espaciales —interestelares y extraterrestres— que se dedican, al llegar aquí, a las más diversas y desconcertantes actividades.

Se supone que algunos de ellos descienden en las bases del ejército de los Estados Unidos, se esconden en silos subterráneos y, con la complicidad de algunos jerarcas de su gobierno, se dedican a destazar ganado y a abducir a algunas personas para llevar a cabo algún tipo de investigación genética. Desde luego la mayor parte de los científicos y divulgadores científicos serios considera esta historia como una patraña indigna de crédito.
     Algunos otros de estos vehículos cósmicos —mejor conocidos como ovnis—se dedican a aparecérseles a granjeros o motoristas en parajes solitarios en los que solamente ellos pueden avalar el contacto. También suelen secuestrar personas para hacerles minuciosos exámenes corporales y soltarlas, después de borrarles la memoria, la cual pueden recuperar posteriormente, a veces, gracias a la hipnosis. A otros contactados les conceden poderes asombrosos.
     En apariencia, este voluminoso tráfico de vehículos extraterrestres que visitan la Tierra no plantea a sus tripulantes problema alguno, como el obtener la energía requerida para completar tal cantidad de viajes redondos desde sus sistemas estelares hasta el nuestro.
     Quienes sostienen la hipótesis del origen extraterrestre de los ovnis, invariablemente, desestiman este problema como algo fácilmente superable gracias a su avanzada tecnología. No es necesario siquiera ponerse a especular acerca del origen de esa inagotable disponibilidad de energía.
     Pero el viaje interestelar no es comparable a la navegación dentro de nuestro sistema solar. Las distancias que separan las estrellas no son comprendidas por la mayoría de los proponentes del fenómeno ovni. La estrella más cercana al Sol, llamada Próxima Centauri, se encuentra a más de cuatro años luz de distancia.* La distancia a Plutón, por contraste, es de cinco y media horas luz. El sistema solar es diminuto en términos cósmicos. 


     Si imaginamos que el Sol es una sandía en medio del Zócalo de la Ciudad de México, la Tierra sería un grano de maíz situado en la orilla de la plancha de la plaza. Plutón sería otro grano de maíz ubicado ente las estaciones del metro Pino Suárez y San Antonio Abad. A esta escala, Próxima Centauri sería otra sandía colocada en algún lugar de África.
     Aun suponiendo que los extraterrestres tuvieran algún medio para viajar a una velocidad muy superior a la de la luz —que es la máxima posible de alcanzar, según la teoría de la relatividad—, ello requeriría una gran cantidad de energía. Y si suponemos que los extraterrestres visitan regularmente la Tierra, el gasto sería tal que sería inocultable, al afectar necesariamente la existencia de numerosas estrellas que tendrían que usarse como única fuente de energía disponible. Por otro lado, si los extraterrestres dominan una tecnología que les permita disponer de energía surgida de la nada, el nivel energético del universo —apreciable como calor—, en lugar de mantenerse estable, se incrementaría de manera notable, lo que, naturalmente, ya habría sido detectado. La energía creada de la nada es imposible de ocultar.
     En ningún segmento del espacio que podemos observar con telescopios o aparatos detectores de diversas formas de radiación electromagnética, hemos podido detectar indicio alguno de la presencia de civilizaciones avanzadas que aprovechen cantidades notables de energía del cosmos.

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