Diego Golombek o la ciencia de contrabando


Diego Golombek o la ciencia de contrabando
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El argentino Diego Golombek es un personaje singular: escritor de cuentos, novelas y libros de divulgación científica, actor de teatro, doctor en biología por la Universidad de Buenos Aires y director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes, donde se dedica a investigar sobre los relojes internos que gobiernan los organismos.

Por su labor como investigador científico ha ganado el Premio Nacional de Ciencias “Bernardo Houssey” en su país, y el “Premio Ciudad Capital Heberto Castillo”, en el nuestro; por su arrojo y desfachatez, a finales de 2007 fue condecorado con el premio Ig Nobel que entrega la Universidad de Harvard —bajo la premisa: Primero, hacer que la gente ría y, después, hacer que piense— por demostrar que las secuelas que los ratones podrían sufrir por efecto del “jet lag” o cambio de huso horario disminuyen considerablemente si se les administra viagra; y por su original empeño en interesar en la ciencia a cualquier persona, Golombek obtuvo en 2015 el Premio Latinoamericano a la Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y el Caribe, y también el Premio Kalinga, el reconocimiento más relevante a nivel mundial, creado por la UNESCO para homenajear a quien haya desarrollado una carrera “brillante” como escritor, editor, conferencista, o productor o director de cine, radio o televisión, adaptando la ciencia y la tecnología al público en general.

Hacia la primavera del año 2003 la editorial Siglo XXI —fundada por el gran editor argentino Arnaldo Orfila Reynal, químico de profesión— comenzó a publicar una deliciosa colección de libros de divulgación científica a propuesta de Diego Golombek y con la complicidad de Carlos E. Díaz, director de la filial argentina de ese selllo libresco; volúmenes pequeños dotados de títulos irresistibles y portadas magnéticas, reunidos bajo el nombre de Ciencia que ladra… Muy pronto estos libros encontraron cientos de miles de lectores merced a una consigna del propio Golombek: “meter la ciencia de contrabando” en la vida cotidiana, relatando las historias de las mujeres y los hombres que se dedican a la investigación científica; “las miserias y las bondades” de la ciencia, los aciertos y fallas de la institución y sus personajes, sus metodologías, sin solemnidad ni “dificilismos”, pero con mucho humor. A más de 13 años de existencia Ciencia que ladra… es un proyecto consolidado y ejemplar, conformado por la Serie Clásica, con más de 50 títulos, y la Serie Mayor, superior a los 15 títulos.

Una de las asignaturas pendientes en el campo de la divulgación científica en los países de habla hispana es la televisión; son muy pocas las iniciativas que se han puesto en marcha y sus resultados han sido bastante magros. A partir del año 2007 Diego Golombek hizo otra apuesta aún más ambiciosa: armar un programa de televisión ameno, significativo, útil. Y lo consiguió con Proyecto G, transmitido a través de Canal Encuentro de la televisión pública argentina (con alguna efímera temporada de repetición en nuestro Canal 22) durante seis temporadas. “Buscamos principalmente mostrar la ciencia en la vida cotidiana”, me dijo Golombek, “pero lo original que tiene el proyecto es que trabaja mucho la ficción y el humor; aparecen actores, pero también científicos, colegas, disfrazados de barrenderos, plomeros o cuidadores de una jaula del zoológico, y hacia el final del programa te enteras que esa persona era un físico, un matemático, un biólogo. Esto es importante porque humaniza a los científicos, los hace cómplices de esta forma de contar la ciencia que les es bastante ajena: los científicos están acostumbrados a contar una ciencia seria y solemne a sus colegas”, para continuar, “tenemos dos secciones principales: una es en estudio, que es una especie de laboratorio donde me acompañan dos sujetos experimentales vestidos de naranja, El señor de allá y El señor de acá, quienes colaboran conmigo en los experimentos sobre el bostezo, las cosquillas o la estimación del tiempo, así que simulamos pruebas de laboratorio totalmente absurdas, pero muy divertidas. Otra sección es en exteriores y participan actores y científicos invitados para tratar temas como: ¿por qué se canta mejor en la ducha? La ciencia del futbol, la ciencia de la belleza o una cosa muy especial que inventamos; algo así como una galería del terror en unos túneles que hay en Buenos Aires, donde pusimos a personas normales que de repente aparecen tratando de asustar, pero no lo logran. La moraleja ahí es que todos somos mutantes, todos tenemos alguna mutación, porque una mutación es una variación en el material genético”.

La aventura más reciente del incombustible Diego Golombek ha sido la creación de un escenario para experimentar la ciencia de forma directa y desafiante. Un lugar que huye de la palabra museo para buscar su propio sentido con el nombre de Lugar a dudas, oscilando entre el aprendizaje y el gozo. Golombek decidió reconocer los museos y centros de ciencia tradicionales, pero no imitarlos. Convocó a científicos y gente de teatro, profesores de educación física y educadores, a ingenieros y artistas, para construir un ambiente de interacción único, organizado en tres secciones: Tiempo, Azar e Información, alejándose de la absurda idea de ceñir el contenido de un museo a las disciplinas académicas o la limitante perspectiva de presentar el contenido de un museo como si fuera el índice de un libro de texto escolar. Lugar a dudas está incluido en el nuevo Centro Cultural de la Ciencia, que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Gobierno de la República Argentina inauguró apenas el mes de noviembre de 2015, y que —indudablemente— será un referente mundial para corregir esa “falla” que Diego Golombek reconoce entre los científicos: el imaginario de cualquier estudiante de secundaria o preparatoria es “no voy a dedicarme a ser científico porque me voy a morir de hambre”. Eso es lisa y llanamente mentira. Si bien no es un paraíso, en nuestros países hay trabajo para los científicos, y eso debemos comunicarlo. ¿Te gusta la física? ¿Te gusta la química o la geología? Te necesitamos para un montón de cosas que son fascinantes y que dan para vivir dignamente”.

  • Golombek, Diego (2011). Cavernas y palacios. Buenos Aires: Siglo XXI Editores de Argentina.
  • Golombek, Diego (2014). Las neuronas de Dios. Una neurociencia de la religión, la espiritualidad y la luz al final del túnel. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. Argentina.
  • Video de presentación del Centro Cultural de la Ciencia en Buenos Aires:  “Conocé el Centro Cultural de la Ciencia” en youtube: https://www.youtube.com/watch?v=h7-vyLGzwl0 .
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