
FIGURA 1. Infección de linfocitos T CD4. Micrografía que muestra la gemación o brote del VIH en linfocitos T CD4 infectados (protuberancias color verde). Crédito: C. Goldsmith.
El VIH infecta células del sistema inmune; principalmente, las llamadas linfocitos T CD4 (figura 1), aunque tiene la capacidad de contaminar otras células. El VIH está clasificado como un retrovirus, ya que tiene un genoma de ácido ribonucleico y, al infectar una célula, convierte su material genético en ADN (ácido desoxirribonucleico), mediante una enzima conocida como transcriptasa reversa, de modo que, posteriormente, lo incorpora en el genoma de la célula, después de lo cual, puede replicarse para crear nuevos virus o quedarse integrado en la célula durante toda la vida de ésta (figura 2).
La infección por VIH se divide en tres fases: aguda, crónica y SIDA. La fase aguda corresponde a las primeras semanas o meses de la infección —la mayoría de las veces esta fase de la infección pasa desapercibida, ya que los síntomas son semejantes a los de un resfriado severo—; la fase crónica, o de latencia, dura, en general, varios años (10, en promedio); y la última fase es la de SIDA.
El SIDA se caracteriza clínicamente por una disminución de la cantidad de linfocitos T CD4 en la sangre (a menos de 200, mientras que, normalmente, varían entre 500 y 1500), la aparición de enfermedades oportunistas3 (como herpes, tuberculosis y neumonía) o cánceres raros (como sarcoma de Kaposi). En ausencia de tratamiento, la esperanza de vida de una persona infectada es variable y depende, principalmente, de la edad, factores genéticos,4 sexo,5 calidad de vida y de la presencia de otras infecciones.