En 1781, el músico profesional, astrónomo aficionado –y después profesional también– William Herschel, casualmente descubre el planeta Urano, y su hallazgo, desde un punto de vista cosmogónico, se vuelve el disparador de una secuencia de consideraciones, basadas en cierta progresión numérica, que a continuación se describen y aún siguen vigentes.
Con motivo de dicho descubrimiento, el entonces director del Observatorio de Berlín, Johann Elert Bode, lanza una convocatoria de búsqueda basada en dicha progresión numérica, sin fundamento científico, que aún lleva su nombre (ley de Bode), la cual representa las distancias del Sol a los planetas conocidos del Sistema Solar antes del descubrimiento de Urano, progresión que muestra espacios vacíos de planetas en sus términos quinto, octavo y siguientes.
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