En fechas pasadas, en el marco de la emergencia sanitaria derivada de la llamada gripe de influenza humana, algunos investigadores aprovecharon lo que los comunicadores denominan la ola mediática para denunciar que en nuestro país “la ciencia se encuentra en completo abandono” y que de haber invertido más recursos en investigación se habría contado con una vacuna en el país. Lo cierto es que ningún país avanzado fue capaz de responder en lo inmediato con un medicamento; sin embargo, en la percepción pública queda –en algunos sectores de la sociedad– la idea de que los recursos destinados a la investigación son raquíticos.

Hay datos que nos muestran lo contrario a esta afirmación. Por un ladovemos un crecimiento constante de 2006 a la fecha en el número de investigadores miembros del SNI que hoy tiene un poco más de 15,554 investigadores vigentes, el Fondo de Ciencia Básica cuenta con recursos para este 2009 por 600 millones…, la evaluación de proyectos y la entrega de recursos ha fluido adecuadamente remontando los problemas administrativos de otras épocas. En fin, se trata mostrar que la ciencia, aún con recursos limitados, como muchas otros sectores estratégicos de la sociedad, trabaja cotidianamente en todo el país gracias a sus miles de investigadores y a la descentralización realizada por el Gobierno Federal, y a que las entidades federales y algunos pocos municipios han invertido cada vez más en fondos para investigación pertinente, ciudades del conocimiento, parques tecnológicos, nuevos museos, laboratorios especializados, etc. También se ha fomentado, a través de universidades locales, la formación de capital humano de alto nivel con posgrados de calidad. Por cierto, ya son más de 1,069 programas de maestrías y doctorados con los que cuenta el Programa Nacional de Posgrados de Calidad, cuya misión es aumentar la competitividad del país y la investigación.

En este número se da cuenta de los aportes que varios investigadores del Instituto de Ingeniería de la UNAM, un tema álgido para el país. Como lo explican en uno de los artículos, el Conacyt ha aportado recursos para hacer simulaciones que nos permitirán en el futuro estar más alertas para las emergencias que se puedan presentar, conocer el riesgo de un sismo, sus causas y efectos, e instrumentar acciones de evacuación de la población civil, así como de coordinación entre gobiernos y la sociedad.

La ciencia en pleno y su divulgación también, con estas líneas un reconocimiento a nombre del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para el ingeniero José de la Herrán, quien desde hace treinta años nos deleita con su sección “Un paseo por los cielos”. Su constancia hizo realidad este proyecto, que es hoy ejemplo de compromiso con la ciencia.